Las revoluciones que llegan al poder después de una lucha armada, cuentan en su acervo con una tradición de sacrificio, de renuncia, de entrega. El rigor de la lucha es crisol de voluntades.
Así acompaña a estas revoluciones un caudal épico donde se afinca el imaginario popular, la autoridad moral de los cuadros dirigentes de estas revoluciones se agiganta sobre el pedestal de sus hazañas guerreras.
Las revoluciones pacíficas no poseen esta caractéristica, la mayoría de sus protagonistas no son legendarios, la autoridad moral del equipo dirigente es vulnerable, debe buscarla, construirla de otra manera.
La conducta de los revolucionarios, todos, pero más los dirigentes de una Revolución pacífica, “debe ser y parecer revolucionaria” hasta el exceso, demostrar que se vive de otra manera, sólo así tendrán ascendencia sobre la masa, eso es verdad en cualquier país, pero más en un país petrolero, donde la riqueza es inmensa y la corrupción y el facilismo forman clases sociales y tallan conductas.
El enemigo oligarca conoce esta característica, esta debilidad de la Revolución pacífica, por eso tiene laboratorios exclusivamente encargados de minar la calidad moral de los dirigentes revolucionarios. De allí surgen las campañas y rumores y manipulaciones: de que aquel tiene una avioneta, el otro un edificio, el otro por allá tiene un yate, el de más allá compró una fábrica, el de acullá una hacienda. Transforman así una ficción en certeza de corrupción, de debilidad revolucionaria, que bastante daño hace a la Revolución.
En época de bonanza, cuando la cobija alcanza para todos, cuando la exigencia popular es poca, no percibimos la importancia de acerar la voluntad y la moral, el requerimiento ético, la necesidad del ejemplo pasa casi desapercibido.
Cuando llegan las penurias de la crisis, cuando la masa necesita ser guiada a terrenos de sacrificios, allí es cuando se ve el daño que nos hicieron con la campaña de descrédito.
En época de penurias es imperativo el sacrificio de todos, pero, cómo pedirlo, quién lo solicita, si todos hemos sido sometidos a una campaña de descrédito, desde los miembros de las misiones a los que calificaron de “chusma clientelar”, hasta los dirigentes más altos que fueron estigmatizados con la mala fama.
El primer requisito para enfrentar la situación es la unidad, la unidad significa un solo cuerpo armónico. De allí que lo que perjudique al cuerpo social nos perjudica a todos. Y tanto perjudica la calumnia como la impunidad. Siendo así, debemos combatir la corrupción tanto como a los rumores oligarcas que desacreditan sin fundamento.
Siempre teniendo la visión de que una vida austera, frugal, lejos de todo lujo y todo dispendio, es la mejor garantía de honestidad revolucionaria.
Lo segundo, es que el núcleo dirigente dé muestras en exceso de vocación de sacrificio por la causa revolucionaria, que sirva de paradigma, de ejemplo revolucionario. El núcleo dirigente debe construir, constituir una referencia con autoridad moral para pedir los necesarios sacrificios para enfrentar la crisis. Deben identificarse con los desposeídos, hacerse humildes y desposeídos, amarlos para ser amados por ellos.
¡Chávez es Ejemplo!
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