La Revolución Bolivariana ha cometido errores, tiene carencias y dificultades, negar esta situación es propio de cretinos. El deber de los revolucionarios es discutir las fallas, única manera de posibilitar su corrección. Nunca se justifica ocultar los errores y los problemas, al contrario, es en época de adversidad cuando es imprescindible el reconocimiento de los traspiés, sólo conociendo los obstáculos se puede avanzar. Pensemos en el Manifiesto de Cartagena, que nos ilustra cómo una crítica profunda, un reconocimiento de las equivocaciones cometidas, cambió el curso de la historia y posibilitó la revolución de independencia.
Pero no es práctica sana ir discutiendo error por error, desacierto por desacierto, ese camino nos llevaría a un agotador e ineficaz esfuerzo. Lo correcto es ir al fondo, a los generadores de los errores y, corregidos estos, los desaguisados disminuirán y la labor contralora revolucionaria se simplificará.
En la Revolución Bolivariana uno de los más importantes generadores de errores es la falta de una definición clara del problema de la propiedad. Expliquemos.
La forma de propiedad de los medios de producción sostiene una espiritualidad, una cultura, que le es propia, la sustenta y la perpetúa. Siendo así, sobre la forma de propiedad capitalista, nosocial de los medios de producción, no es posible instalar una espiritualidad, una cultura socialista. Al contrario, sobre la propiedad capitalista, sólo y necesariamente, se formará la conciencia egoísta del capitalismo. Ahora bien, únicamente, y repetimos, únicamente, sobre la Propiedad Social de los medios de producción se podrá construir el Socialismo, la espiritualidad de la solidaridad, la cultura del amor.
El punto, que es de vital importancia, ha pasado por debajo de la mesa de la discusión, trayendo como consecuencia que se reproduzcan con fuerza esquemas de propiedad propios del capitalismo. Por supuesto, que la incoherencia, entre economía nosocial, capitalista, y el requerimiento de una conducta, una ética socialista, de la solidaridad, del amor, trae confusión, hipocresía, falsos valores. De allí que podemos decir que la mayoría de los problemas que confrontamos tienen su origen en esa incoherencia.
Si estimulamos la propiedad nosocial de los medios de producción, si prestigiamos a la empresa privada como eficaz y capaz de resolver los problemas sociales que ella misma generó, estaremos desinformando, confundiendo al pueblo, sembrando en la población la ética del egoísmo y, lo que es peor, expectativas egoístas, disolventes sociales. Y, de esa ética de la ganancia por encima de la vida, sólo surgirán conductas que enterrarán a la Revolución en la tumba del logro inmediato, la sacrificarán en la hoguera de la ganancia inaplazable. Es necesario corregir estos errores. La historia de los pueblos está llena de iguales desatinos, y plena de los crueles resultados a que conducen.
¡Irreverencia en la discusión, Lealtad en la acción!
¡Sólo el Socialismo salva al pueblo!
¡Chávez es Socialismo!
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