20.4.07

Ramón Martínez derrotado y la contrarrevolución triunfante

Cuando el Che Guevara dice que el Revolucionario está guiado por profundos sentimientos de amor, no escribe una frase suelta para adornar un artículo, al contrario, expone una tesis fundamental de la Revolución.

Siguiendo este pensamiento podríamos decir: una Revolución tiene como centro, como fundamento, el rescate de la capacidad amorosa de la sociedad que se ha perdido en los tremedales del capitalismo. Todo el esfuerzo revolucionario tiene como objetivo el amor. Basado en este principio es que decimos, con propiedad, que Cristo es el primer socialista.

No es pensable una Revolución que no esté guiada por profundos sentimientos de amor, todas sus acciones tienen como centro al amor. La necesidad de la propiedad social, frente a la propiedad antisocial es una necesidad de amor. La necesidad de formar un partido revolucionario no es otra cosa que un postulado de amor. Repetimos, todos los actos revolucionarios deben ir cargados de amor, o dejan de ser revolucionarios. Y vamos más lejos, es imposible que triunfe una Revolución que no tenga como centro al amor.

La batalla no es sólo por derrotar al enemigo oligarca, es también, y principalmente, por construir una nueva cultura, una nueva manera de relacionarse, un nuevo mundo, y esto sólo es posible fundamentado en profundos sentimientos de amor.

Es legendario el trato amoroso que la Revolución Cubana daba y da a sus adversarios. El trato a los prisioneros en la Sierra y en Playa Girón son irrefutables pruebas de amor, y es legendario el castigo ejemplar a los revolucionarios que violaban este código de amor heredado de Martí.

Y nadie puede decir que la Revolución Cubana, ejemplo de amor, es una Revolución claudicante, conciliadora, boba o cualquier otro peyorativo. ¡No! A la par de amorosa, es digna y firme frente al enemigo.

Lo anterior sirva de fundamento para el análisis del acto que el 19 de abril pasado tuvo lugar en el poliedro con motivo de la juramentación de los propulsores. Expliquemos.

Ramón Martínez no es santo de nuestra devoción, su postura política no la compartimos. Pero no hablaremos de eso, queremos analizar el comportamiento de los bolivarianos. Veamos.

Se combatió la postura errada del gobernador de Sucre, hasta allí todo bien, había que hacerlo, no hay dudas.

Ahora bien, la pregunta pertinente es ¿Cuál fue la enseñanza a la masa que allí estaba, y a los millones que observábamos?

La respuesta, lamentablemente, es que ese día la Revolución derrotó a un adversario a costa de extraviar el camino de la formación de la nueva ética y la nueva moral, la guiada por profundos sentimientos de amor.

Aquel odio, aquellos gritos de ¡fuera! de la muchedumbre, que recordaban la disociación de la meritocracia petrolera, aquella actitud de masa en circo romano, nunca nos harán avanzar en el camino revolucionario. Al contrario, son, sin duda, un atraso, no olvidemos las palabras de Martí: “El odio no construye”.

¡Chávez es Socialismo!

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