27.4.06

EL ENGAÑO

Temprano aprendió el imperio a usar al dominado como agente de la dominación. Santander, Páez, el General Gómez, Rómulo Betancourt, son ejemplos de políticos que se pusieron al servicio de la antipatria. También partidos enteros han saltado la talanquera, fueron y son franquicias de los norteamericanos. Para el imperio es valiosísimo este tipo de personajes y de organizaciones. La dominación se facilita cuando se agazapa tras la apariencia de lo similar, así el dominado se confunde, baja la guardia, es manipulable, el parecido lo engaña. Los agentes imperiales típicos, el gringuito ojos azules, sólo asoma en circunstancias extremas, cuando ven en peligro sus intereses y los renegados ya no tienen capacidad de engaño. Es lo que ocurre en Venezuela.


Aquí la traición tiene gradaciones, a veces es muy evidente, tal es el caso de los María Corina, nadie duda que son agentes gringos, su transculturación se les ve por encimita. Otros se presentan con un barniz de pueblo, ese es su capital, pero los traiciona la admiración por el amo y no resisten mostrarse sumisos, tal es el caso de Mister William Ojeda. En oportunidades son buenos agentes, esconden bien la bandera de las barras y las estrellas que llevan en el corazón, el prototipo es Teo. A otros su clase los delata ¿Cómo hace Borges para decirnos que su corazón es venezolano? A los gringos todos estos matices de entrega les son útiles, todos tienen su papel, todos cuadran perfectamente en su plan.

Sin embargo, el aparecimiento del embajador imperial en la lidia política, indica que los Estados Unidos tienen una gran batalla que librar y han perdido una de sus armas más valiosas, el engaño. Ya no les quedan operadores traidores capaces de engatusar, a todos se les cayó el disfraz que durante años portaron. A todos los conocemos, ya no hay operadores imperiales encaletados.

Cuando las revoluciones avanzan la lucha pierde los cosméticos y los afeites, las posiciones se muestran descarnadas. Así ocurre hoy en Venezuela, la batalla llegó a etapas definitorias. Aquí sólo hay dos bandos: por un lado, los imperiales, Bush, Condoleeza, Rumsfield, Shannon, Bronwfield, sus lacayos criollos, Maria Corina, Borges, Rosales, Teodoro, Puerta Aponte, Carmona, Orlando Urdaneta; y, enfrentados a ellos, están los patriotas. No hay lugar a matices, o se está con el imperio o se está con la patria.

A la batalla iremos en el campo que se nos presente, trinchera de piedra o trinchera de ideas, en las elecciones o en las invasiones. En todas las fases la consigna es la misma: Con la patria, contra el imperio.

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