Con el episodio de Pérez Becerra, las filas del chavismo se estremecen, la reacción sobrepasó su origen, las condenas van más allá del hecho. Ahora se cuestiona al gobierno revolucionario y al Comandante, se desató una suerte de autoflagelación colectiva, que crece con los auspicios del enemigo.
Impresiona el giro hacia la derecha de movimientos y partidos que se habían mantenido con sensatez al lado del gobierno, portales de internet consolidan su posición, no de crítica sino de abierto llamado contra el gobierno.
Los agentes de inteligencia extranjero se apresuran a estimular la discordia, por allí apareció Dieterich con sus análisis marrulleros, presentando una geopolítica que sólo sirve para desencantar a incautos. Malaver, ese plumífero al servicio de las causas de Obama, dicta cátedra de lo que debe ser la política internacional del gobierno. Teodoro, como buen renegado, participa del festín de confusión.
El asunto no puede ser despachado como el avestruz, no se puede ignorar que algo estará pasando, para que la maniobra encuentre terreno fértil. Hay que ir, con valentía, al fondo del asunto, y corregir las fallas que nos permitan crecer.
Nosotros creemos que en las proximidades del 2012, cuando se intenta hacer un Polo Patriótico y el cerco internacional contra el gobierno se estrecha cada día más, es lícito pensar que lo de Pérez Becerra fue una trampa de alta factura, de esas donde infiltrados orientan de tal manera a grupos y partidos de izquierda que los ponen a trabajar para el enemigo.
La historia está llena de esos episodios. Quizá sea suficiente recordar el asesinato de Irribaren, allá en los años sesenta, que fue inducido por un infiltrado, y tanto daño hizo a la causa revolucionaria. Y si nos forzan, recordemos el oscuro asunto del niño Enmanuel, que tanto prestigio le costó a sus autores.
Nadie debe sorprenderse, la inteligencia enemiga siempre ha usado este tipo de artimaña para atacar a los revolucionarios. Y en este caso han tenido extraordinario éxito: han puesto a pelear a sectores combativos, consecuentes revolucionarios, con la Esperanza Socialista que es Chávez, la que nos ha llevado más cerca de la concreción de los sueños que ningún otro intento.
Se impone una reunión de la Unidad Revolucionaria, quizá deba ser dirigida por Soto Rojas, que es el encargado de Polo, otro esfuerzo unitario. En esa reunión deben curarse las heridas, recoger ofensas, cancelar silencios y, sobre todo, darle al enemigo una prueba de que aquí hay mucho corazón y mesura revolucionaria, como para dejar que algo, sea lo que sea, rompa el curso revolucionario.
De allí debe salir un propósito de corregir errores, de crear lo necesario para no repetir el desencuentro, se debe hacer un diagnóstico de las fallas, la discusión fraterna debe sustituir a la imposición de las ideas, reconocerse en la diversidad.
Esa reunión debe reafirmar la fe en el Comandante, y la intención clara de ir hacia el Socialismo, al ritmo propio de nuestras peculiaridades.
¡Con Chávez resteaos!
¡Unidad de los Revolucionarios!
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