4.6.10

LA PASIÓN REVOLUCIONARIA Y LA CAUTELA

La revolución reclama pasión, audacia, sólo así es posible romper con las costumbres que nos atan al pasado, fundar un nuevo mundo.
La turbulencia revolucionaria no admite cautela, ésta es propia de acomodados, de rebaños, nunca del rompimiento.
Pensemos en el Libertador, su vida fue un rompimiento: lo hace con la monarquía, aquello fue un salto hacia la incertidumbre de un mundo que sólo en la imaginación de los escogidos parecía posible… precisaba pasión. El Decreto de Liberación de Esclavos suponía una ruptura con su propia alma, una fractura honda en sus costumbres. El Decreto de Guerra a Muerte necesitaba pasión, no cautela.
La Revolución de Independencia fue un desbordamiento de vida, de pasión, un estallido del viejo mundo, y un irrumpir violentísimo del mundo de la independencia, surgió con el ímpetu de la lava volcánica.
Las leyes, las costumbres estallaron. En la confrontación surgió una nueva legalidad llevada de la mano y la audacia de la pasión revolucionaria. Los dos mundos no podían convivir, sus leyes, sus costumbres, su ética, eran antagónicas. ¿Cómo juzgar el Decreto de Guerra a Muerte con las leyes coloniales? ¿Cómo pedirle cuentas, por ejemplo, a Ricaurte por volar el polvorín de San Mateo, usando la legislación burocrática de la época? ¿Cómo él podía explicarle a un administrador formado en las costumbres de la monarquía, la pérdida “inútil” de tanto pertrecho?
Es que la Revolución tiene nuevas leyes que aún no están escritas, pero son indispensables para avanzar, ya se encargarán los juristas de poner orden en lo que la erupción volcánica ha creado. La guerra revolucionaria aclara el panorama: a nadie se le ocurriría pedirle cuenta al General Zuhkov por las bajas en la defensa de Stalingrado, o a Bolívar por las pérdidas en El Paso de Los Andes.
Es así, la guerra revolucionaria tiene sus leyes y contempla las bajas, eso está en los libros, son muchas las experiencias de la Guerra Revolucionaria.
Ahora bien, si la Revolución es pacífica muchas de sus leyes aún están por descubrir, por escribirse, muchas de las características de esta Guerra pacífica están por develarse, por identificar cómo son los combates, cuáles son las bajas, qué determina los triunfos.
Hoy la prensa oligarca se regodea con la detección de unos alimentos que se encontraban almacenados y requerirían tratamiento para ser consumidos, los publicitan como podridos. Es mentira. El hecho merece estudio por parte de los revolucionarios.
Primero, debemos colocarlo en el marco donde ocurre: La oligarquía ensayaba y aún ensaya un desabastecimiento contra la Revolución, es un arma propia de la “Guerra Pacífica Revolucionaria” ¿Cómo defendernos? La estrategia exigía pasión, no cautela: había que adquirir alimentos en tal cantidad que garantizara la alimentación, y un inventario que posibilitara resistir el embate oligarca.
La operación se hizo, se enfrentó al enemigo. En la batalla hubo bajas: esos containers son unas de ellas, así son las bajas de la nueva guerra, donde los soldados revolucionarios son bisoños, pero apasionados, cometen errores, pero resuelven la batalla. Honor a los que corren riesgos en la defensa de la Revolución.
¡Sin Chávez no hay Socialismo!

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