18.6.09

UN HOMBRE, UNA REVOLUCIÓN

Ochenta y un años de su nacimiento, casi medio siglo de su asesinato, y ya habita en la eternidad. El Che se convirtió en Revolución. No se puede hablar del Che si no es en Revolución. No se puede invocar con propiedad si no es para que apoye los movimientos de liberación del humano.
En Venezuela, cuando estamos transitando caminos de definición revolucionaria, el Che es imprescindible.
Él resume lo más avanzado del pensamiento revolucionario mundial, de nuestra tradición de lucha libertaria. En él está Bolívar, y también Américo Silva y Trostky, Lenin y también Salvador de la Plaza, Rosa Luxemburgo y Livia Gouvernier, Maceo, Martí y Fabricio.
En él resplandece Junín, Boyacá, Carabobo, Ayacucho y también la gesta heroica de los combatientes de la Sierra de Falcón. En él vive el Monte Sacro y el Samán de Güere; está el Negro Primero y también el Pica Chirinos.
Con él caminan Manuelita y también Aleida.
El Che no necesita invitación para la lucha de los pueblos por su liberación, él siempre está presente, o mejor, él es esas luchas.
El Che está aquí entre nosotros, peleando contra dogmas y oligarquías, como en el Moncada, como en Bolivia.
Aquí su vida y su obra nos enseñan que la Revolución siempre es posible. Cuando el escepticismo y la entrega cubren al mundo, un gesto revolucionario cambia el rumbo de la historia, siempre hay camino para la Revolución. Y el deber de los Revolucionarios es hacer la Revolución.
Nos predica la irreverencia en la discusión: el Che reivindicó el estudio de Trotsky, de Rosa Luxemburgo, fue irreverente con el pensamiento imperante en la Unión Soviética, y esa irreverencia, que Fidel calificó de augurio, salvó al Socialismo, dejó en pie el ejemplo de Cuba.
Nos habló con audacia que la conciencia y no la economía es el principal soporte de las Revoluciones, que ésta debe estar al servicio de aquella, y defendiendo este principio creó doctrina, y con ella rompió lanzas con los mejores cerebros revolucionarios de su época.
El Che fue grande al reconocer sin reservas ni dobleces el liderazgo de otro grande:
“mi única falta de alguna gravedad es no haber confiado más en ti desde los primeros momentos de la Sierra Maestra y no haber comprendido con suficiente celeridad tus cualidades de conductor y de revolucionario (…) me enorgullezco también de haberte seguido sin vacilaciones, identificado con tu manera de pensar y de ver y apreciar los peligros y los principios.”
Nosotros vivimos momentos estelares, somos privilegiados, somos de los pocos humanos que viven una Revolución.
La Revolución es época para el crecimiento del hombre, del corazón del hombre, para el encuentro con sus mejores fibras, con el amor, para el rompimiento de la mediocridad que nos hace esclavos.
Aquí hay suelo y oportunidad para que florezcan mil Che, humildes en su grandeza, orgullosos en su lucha, fieles en su acción, entregados a la causa de la humanidad. Es nuestro deber de humanos, de revolucionarios, no dejar perecer a la Esperanza.
¡Ché, Chávez… siempre!

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