El pollo y la harina subieron de precio, lo mismo se espera por los huevos y otros productos. El hecho es noticia de primera plana. Los oligarcas, con desvergüenza, atacan a la Revolución. El ministro ensaya algunas explicaciones. El hecho va más allá de la incidencia económica.
Los precios son terreno de la batalla ideológica, allí se está enfrentando el camino al Socialismo, la formación de conciencia socialista, con el modelo capitalista, con la conciencia capitalista.
No podemos dejar pasar el hecho sin pena ni gloria, como algo inevitable que traerá beneficios electorales para unos y problemas para otros.
No es así, la subida de los precios son expresión de esa gran batalla, y las masas deben tener elementos para entender qué pasa.
Nosotros creemos necesarias algunas reflexiones que ayuden a ese combate:
¿Por qué suben los precios, quién determina esa subida? ¿Es inevitable que suban? ¿Son iguales los precios en el capitalismo que en el Socialismo?
Los precios en el capitalismo son determinados por el mercado, este actúa independientemente de la voluntad de los individuos y de la sociedad.
De esta manera, los precios, sus oscilaciones, son independiente de la voluntad de la sociedad, no obedecen a su beneficio, al contrario, son crueles: la comida puede subir, hacerse inaccesible. Así existan millones de hambrientos al lado millones de toneladas de alimento, éste no puede beneficiar a aquellos, los hambrientos seguirán muriéndose, y el pan seguirá en los almacenes de los capitalistas esperando convertirse en ganancia.
En el Socialismo, cuando la sociedad toma cuenta de su economía, cuando es dueña de los medios de producción y de la distribución de los productos, entonces puede verdaderamente planificar, puede escaparse de las leyes inhumanas del mercado.
En esas condiciones, los precios no son determinados por el frío cálculo egoísta del mercado, o como consecuencia de la competencia de los “productores independientes” enfrentados entre si y a la sociedad, sino por las necesidades sociales.
Se hace posible la distribución equitativa de los productos. Distribución que es factible porque sólo en el Socialismo es posible la planificación verdadera. El producto total del trabajo social puede así ser distribuido a toda la sociedad de acuerdo a sus necesidades.
Siendo así, la sociedad producirá para el consumo de la sociedad, y no para enriquecer a individuos que se han apoderado de los medios de producción. Nadie se acostará preocupado porque su comida fue a engrosar las cuentas de algún capitalista.
Entonces, la subida de los precios del pollo y de la harina es reflejo del enfrentamiento de dos proyectos:
Uno propone estimular las formas nosociales de producción y distribución, en resumen, mantener y estimular al capitalismo, con su mercado nefasto.
El otro propone ir decididamente hacia la propiedad social, la planificación social de la producción y distribución, hacia el Socialismo, y de esa manera que la sociedad controle su economía.
El dilema sigue siendo Planificación Social o mercado, Socialismo o barbarie, avanzar hacia el Socialismo o perecer.
¡Chávez es Socialismo!
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