Para entender el Socialismo debemos remontarnos al principio, y al principio fue el amor.
Jesucristo, que vivió en condiciones de dominación imperial romana y de sus lacayos de Galilea, entendió, sintió, que era el amor el alfa y el omega de toda relación humana. De ese convencimiento nos legó su mandamiento central: amaos los unos a los otros. A partir de allí la historia de la humanidad ha sido la historia por hacer realidad este mandamiento Cristiano.
Al principio se pensó que la solución era solamente espiritual, que estaba allí la respuesta a la búsqueda, y se remitió a otro mundo, al cielo, el alcanzar la concreción del mandamiento. Así la tierra sería un Valle de lágrimas y el cielo sería la realización del amor.
Después se pensó que la solución estaba en crear riquezas en exceso, producir, comprar para seguir produciendo y seguir comprando, y el capitalismo surgió como el milagro de la humanidad. Lamentablemente la carrera demencial por el lucro y el consumo, ha llevado a la humanidad a las riberas del infierno. La humanidad debía seguir procurando.
Luego el pensamiento que guía la búsqueda entendió que era en las condiciones materiales donde residía el mal, que mientras hubiese pobres y ricos el humano no se amaría. Era necesario transformar al mundo, acabar con las condiciones que creaban la pobreza. Aquello era un paso, se intentó tomar el cielo por asalto, en ese empeño se fue la vida de muchos, el experimento marcó el camino pero sucumbió anclado en la psiquis del pasado, no pudo superar el fardo que significó milenios de costumbres.
Finalmente, en Cuba, el amor bajó de las montañas, traía barba y concreción, y se dio el paso que ya marcó el rumbo a la humanidad. Allí se vigorizó a Marx y a Lenin, se absorbió lo mejor del pensamiento revolucionario universal, se fusionó a Cristo con Marx, a la historia universal con la historia patria, de la Patria Grande decimos, de Bolívar, Martí, Tiradentes, toda rebeldía se fusionó en ese avance del pensamiento revolucionario.
Allí se encontró el “amaos los unos a los otros” y el “de cada uno según su capacidad y a cada uno según su necesidad”, con la voluntad de construir la sociedad Socialista que ya intentaron los cristianos primitivos.
Y allí, después de dos mil años, se pudo concretar el Socialismo, que es sin duda un mandato cristiano.
El Socialismo es el amor cristiano amalgamado con su base material, que no es otra que la eliminación de la propiedad antisocial de los medios de producción, para que cada uno pueda dar según su capacidad y la repartición de los bienes así producidos sea equitativa, es decir, que cada uno pueda recibir según su necesidad. Es sólo en una sociedad así constituida donde el amor prospera.
¡Sin Chávez no hay Socialismo, sin Socialismo no hay Chávez!
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