Releemos un
libro de Francisco Jesús, escritor revolucionario que siendo nicaragüense luchó
en Venezuela toda su vida. Relata en este breve libro un incidente que queremos
compartir con Uds.
Dice Francisco:
“Nos agarraron en Valencia, a mi y al Chino, estábamos
pintando las paredes con lápices de cebo y negro humo, formábamos parte de una
protesta por el aumento de una locha en el litro de leche. Los policías
municipales nos trataron bien, casi con cariño, sería porque éramos unos niños.
Cuando llegamos al calabozo nos recibieron con
canciones y gritos revolucionarios, yo no conocía de nada, el Chino era el
político, yo de frasquitero fui a acompañarlo, ahora estaba arrepentido,
¡dígame eso, preso yo! que soy corrido en diez mil plazas, preso por una pinta
contra el aumento de la leche, qué me importa a mí la leche, ni que fuera un
carajito, yo lo que tomo es cerveza, quién me manda a meterme en lo que no me
importa.
En la cárcel los días pasaban monótonos: en la mañana
un curso de Socialismo que dictaba un tal Nery, al medio día ejercicio, y en la
noche reunión de calabozo para discutir tonterías, discusiones interminables,
por cualquier palabra nos fajábamos como si de un asunto de vida o muerte se
tratara. Los días pasaban.
Nery hablaba de materialismo dialéctico, y yo me
dormía, decía que las clases sociales son antagónicas, y para mí era una
grosería nueva. Un día dijo que estábamos en una lucha armada continuidad de la
de Bolívar y Zamora ¡Tonterías, pensé! No podía ser la misma porque ahora no
había caballos.
Una noche tocaron ¡alerta, todos contra la pared! La
guardia iba a entrar en el calabozo, fue falsa alarma, se trataba de un grupo
de nuevos prisioneros.
En la mañana, saludamos a los nuevos colegas: un viejo
y dos muchachos, eran campesinos de Lara, parcos en el hablar, pero cordiales,
su olor a humo me impresionó, era el olor de la montaña, eso lo supe después.
Me senté en el suelo a desayunar junto a ellos,
hicimos una rueda, alguien se acercó y le obsequió al viejo un vaso de gaseosa.
El viejo se paró y la repartió entre los cinco presos que formábamos la rueda,
a cada uno nos tocó un sorbito, y al viejo el sorbito menor.
Aquello me estremeció, yo que venía de un barrio donde
escupíamos los raspados para que no nos pidieran, o nos comíamos las empanadas
escondidos, y sacábamos los cigarros Fortuna de uno en uno para no compartir.
En la tarde se llevaron a los tres nuevos, antes de
irse le pregunté al viejo por qué había repartido el refresco, él me contesto:
“es muy simple, somos socialistas, y el bienestar de todos es el bienestar de
cada uno”.
Desde ese día me hice socialista.
Con el tiempo supe que aquel viejo se llamaba
Argimiro…”
¡Hagamos el Socialismo, no hay
excusas!
¡Con Chávez es con sus candidatos, lo
demás es traición!
2 comentarios:
buena anecdota,ejemplar nestro siempre Argimiro Gabaldón, el ejemplo revolucionario; ojala la dirigencia del PSUV hiciera lo propio, asi la militancias de la base podría seguir elejemplo
Difiero de ti compañero anónimo,elPresidente del PSUV nos ha dado desde hace 20 años ese ejemplo de entrega desinteresada cuando aquel 4de febrero asaltó Miraflores.
Vaya mi invitación pues a Imitar a nuestro Comandante Hugo Chavez y demos el salto en el vacío atreviendonos a contruir el SOCIALISMO
Publicar un comentario