"Una
especie está en peligro de extinción, la especie humana". Así alertó Fidel hace más de veinte años en la Cumbre
de la Tierra , en Río de Janeiro. Las condiciones que produjeron la alarma se
han elevado.
Muchas preguntas orbitan el problema: ¿La especie
humana se extingue sola? ¿Se extinguirá la vida junto a ella? ¿Es esta la única
especie humana que ha existido? ¿Existieron otras humanidades? ¿Son Sodoma y
Gomorra, el Diluvio, metáforas de extinciones anteriores? ¿Somos un nuevo acto
fallido?
La especie humana ha sido dotada de un arma muy
poderosa: su capacidad de pensar, de imaginar. Algunos llaman libre albedrío a
la posibilidad de construir su mundo, un don que nos ha convertido en una
especie capaz de violar las leyes de la naturaleza, y de crear nuevas leyes
como la de la herencia cultural, superando así a la genética.
Desde lo profundo de los tiempos geológicos retumba el
eco de humanidades perdidas que nos llaman a la humildad. Sabernos parte de un
todo que es la vida planetaria, nos invita a conectar con ella y nos alerta que
esa es la única manera de existir. Enfrentarnos a la naturaleza, violentar su
lógica, es el camino más corto a la extinción.
Sabemos de civilizaciones perdidas que violaron la
armonía con la naturaleza y perecieron, conocemos civilizaciones fósiles que
sobreviven aisladas como melancolías de mundos fallidos, de ensayos frustrados.
Quedaron flotando en el dilema de no crecer o crecer mal. Algunas acabaron con
bosques, desertizaron su hábitat, otras no captan energía suficiente para
crecer, refieren al fino equilibrio de la humanidad para que la especie sea
viable.
Es evidente que la humanidad está en una encrucijada
vital: rescata la armonía con la naturaleza o perece. Pero ya no habrá más
ensayos de civilizaciones, será de tal magnitud el daño a la naturaleza que la
vida sucumbirá junto a su más excelsa creación: el pensamiento.
La Revolución Bolivariana, que mejor debía llamarse el
Humanismo Bolivariano, es una de las últimas oportunidades de sobrevivencia de
la especie. Nuestra dirección, que ha dado muestras de valentía teórica y
práctica, y ha corrido los riesgos de fundar, es la llamada a repetir a escala
mundial lo que hizo el 4 de febrero en lo nacional: asombrar al mundo.
Es necesario romper la lógica que nos conduce por el
camino de la costumbre. Viviendo así podemos durar algunos años pero al final
todos sucumbiremos. Ganamos en 20 estados, nos alegramos, vienen las elecciones
presidenciales, luchamos, ganamos, hacemos un plan de la nación, empoderamos un
poquito, todos alegres, mejoraron la calzada, la comuna produjo repollos, se
construyeron muchas casas, volvieron los dignificados, los escuálidos son unos
perdedores… Y un día amanecemos con el agua al cuello, la naturaleza tiembla,
llueve, la culpa es de…
No supimos seguir el mandato del Libertador: hacer que
la naturaleza nos obedezca, de la única manera que eso es posible: conviviendo,
enamorados, con ella, armónicos, nunca atropellándola.
¡Con Chávez, Humanistas!
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