En días pasados
murió la última tortuga de las islas Galápagos... Así se extingue una especie,
con el último de sus miembros, viejo, melancólico, solitario. Ahora que la
especie está en peligro de extinción, podemos imaginar al último humano: ¿cuál
será, cuándo se decretará la muerte de la humanidad?
La extinción de la humanidad tiene relación directa
con la extinción de los revolucionarios, por eso el último revolucionario será
la marca del fin de la especie. Es así, habrá esperanzas sólo mientras existan
revolucionarios.
Las condiciones sociales conspiran contra la
"especie revolucionaria". Cada vez más la lógica del capitalismo se
impone en el alma de los humanos, de todos: de los explotados y de los
explotadores. Encontramos proletarios mercachifles del trabajo de sus
semejantes. Clase media contenta de consumir, calculadora y egoísta. Burgueses
ansiosos, constipados, estíticos, pero con sus saldos elevados, produciendo
mierda para que los ciegos compren. Marginales contentos con su mezquino
entorno, driblando las balas de sus congéneres, bordando el tráfico en sus
motos suicidas. Intelectuales convertidos en mercancías: si no se venden no
lucen, si denuncian los aíslan. Mejor decir lo aceptado, no mover, no irritar,
no fracturar, ir con la corriente.
El revolucionario es una especie soñadora y con
testículos grandes para concretar los sueños. Siempre son locos, no hay
revolucionario cuerdo, bien comportado, asimilado al sistema, aceptado o
haciendo lo esperado.
Bolívar es el primer loco o, como él se calificó, un
majadero, junto a Cristo y al Quijote. Zamora acompañó la locura de luchar por
sus semejantes. Fabricio, Américo Silva, Argimiro, intentaron tomar el cielo
por asalto cuando la sociedad tomaba por asalto a la renta. Fidel, el Che,
Camilo, Raúl, Almeida, los barbudos, quizá los mayores locos de que se tenga
noticias, por tener fe en el corazón puro del pueblo, por seguir a Cristo en
aquello de que "no sólo de pan vive el hombre", y proponerle a su
pueblo razones sagradas por las cuales luchar ¡razones espirituales! respaldar
esas acciones con hechos asombrosos: asaltar la fortaleza de la infamia,
convertir la montaña en un templo.
En Mérida, el viernes 23 de noviembre de 2012, sucedió
un hecho histórico que aún no percibimos en toda su magnitud: un muchacho
demostró lo que pueden los hombres hechura de la Revolución. Lo hizo en
presencia de Diosdado, centauro de los leales al Comandante Chávez, de Jorge
Rodríguez, el hijo, luchador émulo del padre, de Rafael Ramírez, eslabón fuerte
entre las luchas gloriosas del sesenta, los días de la Brigada Livia
Gouverneur, y el intento actual de concretar los sueños de tanto sudor y
sangre.
Alexis Ramírez nos sorprendió con su discurso,
pensábamos escuchar una retórica tradicional, ofrecimientos, saludos, lo de
siempre. Pero no. Asistimos a una liturgia política, a un Juramento que debe
hacerse rito entre los revolucionarios, a un acto de Lealtad al pueblo, al
Comandante Chávez, a un pensamiento elevado, altruista, lejos de la oferta
mercenaria. Salimos de allí conmovidos, aún hay esperanzas, aún quedan
Revolucionarios, hay relevo.
¡Con Chávez, esperanza!
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