Este híbrido sólo
vive en la cabeza del reformismo pequeño burgués. Los tranquiliza, les da
sosiego para conciliar el sueño. El "capitalista bueno" les dispensa
del salto revolucionario. Veamos.
El último informe
de Oxfam Internacional, organización internacional de promoción del
desarrollo y lucha contra la hambruna, fundada
en Inglaterra en 1942, denuncia que:
"El 1% de la
población más rica del planeta ha incrementado sus ingresos en un
60% durante las últimas dos décadas, pese a la crisis, que no ha hecho más
que acelerar esta tendencia.
Los 240.000
millones de dólares (180.000 millones de euros) que ingresaron durante 2012 las
cien personas más ricas del mundo, equivalen a cuatro veces la cantidad
necesaria para poner fin a la pobreza en el planeta".
El mundo tiene
capacidad productiva para acabar con la pobreza en todo el planeta, lo reconoce
esta organización libre de toda sospecha de Socialista o de extremista. Las
preguntas que surgen son: ¿por qué no se hace otro reparto de la riqueza, qué
lo impide? ¿por qué unos se enriquecen cada vez más y otros pasan hambre? ¿por
qué los capitalistas no tienen este pensamiento altruista, cristiano?
Rápidamente nos
damos cuenta de que el problema del mundo no es de producción si no de quién
se apropia de ella. Mientras exista capitalismo habrá hambre, entonces, si
nosotros estimulamos el capitalismo es claro que aumentaremos el hambre que
necesariamente viene aparejado con él.
El asunto es que
el capitalismo funciona como un fetiche, un tótem, un dios que ha desquiciado a
la humanidad. Los capitalistas son meros siervos, personificaciones de ese
dios, no pueden actuar de otra manera, su enfermedad es acumular capital,
riqueza, a costa de lo que sea, por encima de cualquier consideración.
Supongamos que
esos señores que se reúnen con nuestros ministros y gobernadores para
planificar ese "capitalismo con interés social" son buena gente,
aceptemos eso. Entonces ellos tarde o temprano se verán con un dilema que
definirá su "capitalismo utópico": la ganancia o el interés social.
Si escoge la ganancia estará siendo fiel al dios capitalista y seguirá en el
juego. Si escoge el interés social, el mercado capitalista se lo comerá, irá a
la bancarrota. En Venezuela todas estas cabriolas cuentan con una red de
seguridad que es la renta petrolera, o mejor: todos estos inventos terminan
siendo parásitos de esa renta.
El capitalismo
tiene sus leyes, que al violarlas el capitalista perece en las fauces de sus
semejantes, es la cruel ley de la competencia, del mercado.
Ahora bien, hay
un problema mayor. Esta ambigüedad en la propuesta del "capitalismo
bueno", esta ambigüedad en el discurso, "somos antiburgueses pero los
estimulamos", "somos anticapitalistas pero no del capitalismo
nacional"… este culipandeo produce una conciencia del vivo, del
clientelismo, de cazadores de renta, y eso se refleja en las elecciones, en el
apoyo al gobierno y a la Revolución en la calle. Tarde o temprano tendremos que
pagar esos errores.
¡Irreverencia Chavista!
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