La respuesta, sin vacilación de ninguna especie, es: esto es una Revolución, y además, como lo dijo Fidel, es un milagro. Argumentemos.
Está claro que la afirmación anterior no es compartida por dogmáticos, éstos no ven por ningún lado las etapas que les dictan los manuales, ni las fuerzas proletarias tomando el Palacio de Invierno, ni las proclamas en el Iskra, ni ven a los barbudos bajar de la Sierra Maestra, ni al Libertador en Carabobo.
Es que cada Revolución, aunque conserva las características generales, es inédita en la concreción de lo universal. Las leyes generales de la Revolución fijan el rumbo estratégico, y son los requiebros tácticos los que le otorgan la plasticidad necesaria para adecuarse a los meandros del camino concreto.
Es labor de los revolucionarios desentrañar las peculiaridades del proceso, interpretarlas, hacerlas teoría, y así nutridos diseñar la batalla por la redención.
Por supuesto que los anarcoides tampoco creen, esperan que del cielo les llueva la libertad, una sociedad de ángeles, no hacen nada para tomar el cielo por asalto, se limitan a contemplarlo y a ser jueces de todo intento por fundar el nuevo mundo.
Si analizamos a esta Revolución con el ojo crítico del historiador del futuro, no podemos menos que asombrarnos. Veamos.
Resplandece cuando todo se daba por perdido: era el fin de la historia, la humanidad estaba resignada a seguir, sumisa, las leyes que le imponía un capitalismo sin freno. Transitábamos por la noche tenebrosa de la desesperanza, los valores más humanos cedían paso a los valores del lucro por encima de cualquier cosa. La ética del altruismo fue sustituida por la ética del egoísmo, navegábamos en las “aguas heladas del cálculo egoísta”.
En ese ambiente surgió la Revolución, dijo basta, y se proclamó antiimperialista y Socialista. Un milagro.
Y comenzó la lucha por construir y por defender una nueva sociedad. Y vinieron los ataques del imperio, que como dijo el Che tiene olfato para reconocer a sus enemigos. Y vencimos golpes y sabotajes, superamos deserciones y ataques mediáticos.
En esas condiciones adversas, conseguimos avanzar, guiados por la ternura que acompaña al revolucionario, y por la audacia de una práctica que nos ubica en el umbral de cambios trascendentes.
Este país tiene una economía rentista, de allí que la utilización de esa renta dará el signo al proceso. Dimos un paso vital cuando la Revolución tomó control de PDVSA. Derrotada la meritocracia, la renta que antes se llevaban los gringos, ahora apuntala la construcción del Socialismo.
En la historia de esta Revolución, tendrá lugar destacado el control de PDVSA por el gobierno del Comandante Chávez, ese fue y es el pilar económico que permitió el desarrollo del proceso.
No hay rincón de la sociedad dónde la renta petrolera no haya dejado su huella de constructora de las nuevas relaciones sociales, desde los hospitales, las relaciones con los hermanos de otros países, hasta la lucha contra el desabastecimiento golpista. No es pensable esta Revolución sin la creación heroica, valiente, leal de PDVSA.
¡Con Chávez Resteaos!
1 comentario:
Excelente articulo y totalmente de acuerdo con usted. ¡CON CHÁVEZ RESTEAOS!
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