El parlamento venezolano vuelve a ser arena de confrontación. Ese recinto vio lo bueno y lo malo de la política venezolana, allí Fabricio pidió convocatoria de su suplente porque salía a cumplir el deber con la patria.
Esas cámaras, abrigo de tantos sueños bonitos, de tantos patriotas, de derrotas, triunfos, palabras derramadas y voces contenidas, anhelos postergados, y también cubil del inmenso vacío metalizado de la traición, hoy vuelve a ser arena del choque de los sueños milenarios de la humanidad.
El “amaos los unos a los otros” regresa, junto al Rocinante del Che, y la brisa fresca y pura de la Sierra Maestra, del 4 de febrero. Hoy Bolívar despierta y espera a su pueblo a las puertas del recinto, lanza su reto de Trujillo: “los que quieran vida vengan conmigo”.
Grita duro: “ya sabemos cómo evitar a San Pedro Alejandrino, ya no habrá más “por ahora”, el día es hoy, volverá Carabobo, Junín y Ayacucho. Venceremos al imperio y a las oligarquías, no habrá más derrotas, no abusarán más de la credulidad de los humildes. Construiremos un mundo, tomaremos el cielo por asalto”.
También asisten los traidores, está presente una nueva cosiata, quieren crucificar nuevamente al amor, repetir el Gólgota y Berruecos, asesinar a Lovera, martirizar de nuevo a Soto Rojas y a Américo Silva, repetir a Cantaura, olvidar al Che.
El choque en el parlamento es inevitable, se repite la historia milenaria. No es un diálogo, es una batalla, entre Cristo y el César imperial sólo se hablan para diferenciarse. Bolívar y la colonia sólo conversan para seguir la guerra por la Independencia. Los pobres, los humildes, no tienen nada que acordar con los poderosos, sólo arrebatarles las cadenas de opresión y lanzarlas al mar.
A las puertas del parlamento, junto al Libertador y al Che, están los obreros y sus líderes, vinieron a participar de la contienda, representan al futuro, la Clase obrera es la clase libertadora. Sólo con su espíritu se podrá derrotar al pasado.
Con ellos, en sus venas, corre La Comuna de París, los Soviets de Petrogrado, el Berlín de Rosa Luxemburgo, el alma de la huelga del 36. Lenin y Marx vinieron hasta aquí, a las puertas del recinto a derrotar a los agoreros del futuro, a decirnos, a gritar: “sí lograremos avanzar, derrotaremos a la oligarquía que nos ha quitado los sueños, avanzaremos, venceremos”.
Todos estamos aquí para respaldar a los ministros de Chávez, de la Revolución, del pueblo. Ellos no están solos, aquí estamos todos sobre Rocinantes con adargas al brazo, dispuestos a partir lanzas nuevamente con la oligarquía.
Esta será una batalla que pasará a la historia: estaremos orgullosos de haber participado en ella, contaremos a nuestros hijos y nietos que un jueves ante el parlamento el rumbo del país tomó definitivamente la ruta del Socialismo. Pueblo, obreros y ministros de Chávez demostramos la disposición de vencer o morir, y demostramos que había suficiente conciencia y corazón para triunfar.
El Che volvió para que el Socialismo resplandeciera.
¡Con Chávez Resteaos!
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