Somos un pueblo privilegiado, el Comandante nos convocó para la más noble tarea que un pueblo puede emprender en estos tiempos definitivos: la construcción del Socialismo, caminar hacia la salvación de la humanidad, a la búsqueda de la felicidad en equidad, con armonía.
Somos un pueblo grande, capaz de esa hazaña. En 1810 emprendimos el camino de liberar a un continente y lo logramos, este pueblo ha parido líderes inmensos, y dado combates memorables. Eso somos, gente dichosa, nacida para lo grande, para las empresas sagradas.
Desdichadas las naciones que sólo son convocadas para la mezquindad, para lo mediocre, que sólo oyen las trompetas de la iniquidad que llaman a la esclavitud.
Debemos estar alertas, las invitaciones a lo sórdido, a lo pequeño, sólo pueden construir un mundo en el que unos pocos vivan con privilegios materiales, la mayoría en desgracia, y todos sumergidos en la miseria de ser cada vez menos humanos.
Los que desprecian la solidaridad con pueblos maltratados por las circunstancias, muestran así su carácter perverso que, de gobernar, se volcaría sobre los humildes.
Son los mismos que separaron antes de Ayacucho a Bolívar de su ejército. Con estas mismas argucias engañaron a los fieles y hubo la traición al Libertador. Con estas patrañas los incautos han elegido a sus verdugos. Por estas manipulaciones Jerusalén entregó a Cristo.
Los gobernantes deben estar atentos, sólo los pueblos convocados para lo grande entran en la historia por sus logros asombrosos, sólo a las masas a las que se les insufla el amor a la gloria de servir a la sociedad serán capaces de las hazañas que reclaman los tiempos.
Pero cuando las sociedades sólo son atendidas en lo material, y esto se convierte en la principal palanca para movilizarla, se hacen cada vez más egoístas, más oportunistas, y así estamos creando a nuestros sepultureros, a los enterradores de la vida.
Recordemos que los estímulos materiales cuando inconscientes, siempre serán insaciables, generan resquemor, reacciones infames.
En estas circunstancias que atraviesa el planeta, definitorias, de vida o muerte, si nos vamos a equivocar que sea por exceso de Socialismo, y no por dudar en su construcción, que sea siempre convocando al pueblo para lo grande, y no por tener poca fe en la respuesta de los humildes.
La equivocación por exceso de Socialismo siempre se puede remediar, el ánimo, la conciencia, la emoción, siempre quedará intacta y el camino abierto, así los errores se pueden corregir.
En contraste, la equivocación por las concesiones al capitalismo acaban con la esperanza, aniquilan la posibilidad revolucionaria, confunden. Esos errores son fatales, después de ellos sólo queda la restauración, es el fin del Socialismo.
A la historia sólo pasarán las convocatorias a las grandes hazañas, sólo lo espiritual mueve a los pueblos y los inscribe en el libro del recuerdo.
Esta Revolución pasará a la historia por haber cambiado el espíritu de la época, la cultura de este pueblo, pero nunca por los aportes materiales.
¡Con Chávez Resteaos!
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