Esta Revolución
es una de las últimas oportunidades de la humanidad. Debemos protegerla de
nosotros, de los humanos, de los revolucionarios.
La esperanza de fracturar las cadenas que hemos creado
es el correcto uso de la cualidad distintiva del humano: su capacidad de
pensar, de imaginar, es allí que nos esclavizamos. Cada forma de dominación
lleva aparejada una forma de aplastar el pensamiento: el fetichismo, la
superstición, el dogma, la falta de rigor, el fantaseo, la distracción.
Desbaratamos lo andado por pensadores anteriores. El
método, la filosofía, son olvidados, satanizados. Pensar, aprender a pensar, es
mal visto. La improvisación nos atrapa, los argumentos colindan con la
estupidez, la palabra se aparta cada vez más de la realidad, estamos atrás de
Aristóteles, Hegel no existió, Bolívar es una excusa. Todo se reduce a la
ilusión de inventar, cuando sólo descubrimos una y otra vez que la tierra es
redonda.
Para salvarnos es necesario liberar al pensamiento,
estimular el rigor. Sólo podrá romper las cadenas de la dominación una sociedad
que piense con rigor, con culto por el conocimiento, el de los grandes
pensadores, el que requiere esfuerzo para adquirirse. Es necesaria una sociedad
cuyos héroes no sólo sean los jugadores más valiosos de las grandes ligas, sino
también los científicos que descubren, los filósofos que nos enseñan a pensar y
a cambiar la realidad, los historiadores, los geólogos, los filólogos, los que
dedican su vida a adquirir y a conservar el conocimiento que nos hace humanos.
Sólo podremos hacer la Revolución prestigiando la
POLÍTICA , la grande, la que diseña el rumbo de la sociedad y de los
políticos que la tratan como una ciencia y un arte. Es necesario superar la
política burguesa, sustentada en la trampita, en la intriga, en gánsters
disfrazados de servidores públicos, los que asaltan a la política por el bien
de su mafia, de la "cosa nostra".
Uno de los pasos más importantes es rescatar la
discusión, de su calidad depende la calidad de la Revolución. Debemos aprender
a discutir con rigor, con conocimiento de causa, con estudio previo, sabiendo
qué se dice y el significado de lo que se dice. No es posible
que nos convoquen a discutir sobre cualquier cosa y acudamos prestos como quien
acude a un circo. Gritos, discursos sin contenido, repetición de frases hechas
y poses, no son discusión creadora: son alboroto, algarabía irresponsable. La
superficialidad, la espontaneidad de los programas de opinión, son sólo
publicidad, no hay conceptos, ni rigor. Hay que discutir por escrito.
En esta Revolución la discusión y su esencia, la
irreverencia, el disenso, están satanizados como agresión personal. Las ideas
son asimiladas como ataque, la batalla de ideas se transforma en combate a las
personas. Decía un gran profesor cubano: "no hay nada más ridículo
que pretender propiedad sobre las ideas".
Entonces, lo primero es liberar a las ideas del yugo
de sus creadores.
¡Con Chávez Irreverencia y Lealtad!
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