El frenesí
entró en combate y la opción electoral bolivariana se hizo invencible. Se llenó
del espíritu de la Campaña Admirable , de la Batalla de Carabobo, de Ayacucho.
El pueblo humilde se impregnó de sentimiento patriótico y de pasión, la misma
que lo llevó a pasar Los Andes tras el sueño del Libertador. Con el frenesí
regresó aquella conexión amorosa, líder y pueblo se hicieron nuevamente
uno.
El futuro es promisorio, comienza a sentirse la brisa
fresca del sentimiento que impulsa a las grandes hazañas de los pueblos, se
fraguan poco a poco la ética y la moral que se oponen al egoísmo, a la conducta
mercenaria. En lo fundamental nos alejamos de la esencia capitalista y nos
impregnamos de las raíces del Socialismo, volvemos a nuestra condición humana, derrotamos
la psiquis mercantil capitalista.
Ahora, y qué importante, la batalla toma su justo
lugar. En un bando, el egoísmo capitalista, la captura de bienes materiales por
encima de cualquier consideración, la guerra de todos contra todos, la puñalada
por la espalda, la ética del lucro sin importar que eso signifique condenar a
la miseria a la mayoría. En el otro bando, la causa del amor, del Socialismo,
de la convivencia, de la valorización por el ser y no por el tener, de la
organización social capaz de dar a cada uno según su necesidad y de recibir de
cada uno según su capacidad, de la construcción de un país donde la pobreza sea
pieza de museo, y la fraternidad tenga soporte material. El Socialismo deja de
ser una palabra y adquiere su verdadero sentido: el rescate del amor.
En este terreno somos fuertes. La oligarquía no tiene
nada que ofrecer a no ser un mundo lleno de miseria espiritual y material, una
humanidad condenada a la extinción producto de su demencia, su voracidad de
lucro la lleva a atentar contra sí misma, contra la naturaleza que la cobija.
Esta batalla es el terreno natural del Comandante
Chávez, es en este escenario donde adquiere toda su grandeza, la del
espíritu. Fue así en la insurrección del 4 de febrero, cuando el mundo se
conmovió frente a la conducta de un joven oficial que irrumpía contra la
mediocridad de un mundo que cambiaba principios por una migaja del banquete
imperial, y se asombró frente a ese joven que tenía coraje para aceptar, sin
ambages, dando la cara, que no habían logrado "por ahora" sus
objetivos.
El golpe de abril se combatió en el espíritu. El
pueblo emocionado, con la pasión de la lealtad al líder, salió a la calle,
transformó las lágrimas del sentimiento en arma de batalla, y derrotó al
gigante de las siete leguas.
La fibra amorosa, la conexión Chávez-pueblo triunfó en
todos los enfrentamientos con los mantuanos, ellos no pueden hacer nada cuando
el pueblo se encuentra con su corazón noble.
En esta batalla, cuando el frenesí volvió al combate,
la derrota oligarca es inevitable. ¡Venceremos!
¡Lealtad! ¡Lealtad!
1 comentario:
considero que el camarada antonio aponte plasma en este artículo, escrito desde el corazón,el sentimiento de muchos venezolanos que hoy abrazamos la justa causa del socialismo (Ramon)
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