El candidato oligarca cerró su campaña con un discurso
que compendia lo que habita en su alma: el egoísmo con el que ellos han
conducido a la humanidad al borde del abismo. Es importante estudiar a dónde
conduciría al país.
Propone el oligarca: No nos preocupemos por nada ni
por nadie, seamos lo más egoístas posible, de esa manera conquistaremos la
felicidad. Ese es su planteamiento central, su filosofía.
Cualquier manifestación amorosa es para él igual
que el crucifijo para el diablo: lo desencaja, lo aterroriza. Tiene una
fijación con la ayuda a los hermanos en dificultades en el planeta, su odio, su
egoísmo, lo lleva a decir que está mal que socorramos a Haití, por ejemplo, o a
los pobres de New York, abandonados por el imperio que él tanto admira.
Le propone al pueblo que no se preocupe por el rumbo
del mundo, sólo por el destino de su mezquino entorno, que no levante la vista
hacia la humanidad y su pensamiento no pase del barrio, de su calle, de su
casa, de su cuarto. Así nos divide, y pueblo dividido no derrota a sus
verdugos.
La proposición parece inocente, pero si la analizamos
en profundidad veremos que es la base del capitalismo, de la competencia entre
hermanos, del sistema que para funcionar necesita 80% de la humanidad excluida.
La propuesta es una condena a la miseria.
Esa oferta egoísta lleva al desprecio por la vida
ajena, ésta es sustituida por el lucro y se pretende que allí esté la
felicidad. De esta manera la riqueza de los poderosos se engarza con la muerte
del humano que se valoriza menos que un celular, pero también con la invasión
de un país, la explotación de millones o el bombardeo de pueblos inocentes.
Todo surge del egoísmo.
Cuando un niño pobre muere frente a una clínica rica
está actuando el egoísmo que nos propone capriles. Cuando en Venezuela
aparecieron cordones de miseria actuó el egoísmo. Cuando en Venezuela millones
deambulaban por la vida hambrientos, harapientos, sin esperanzas, eran frutos
del sistema egoísta al que nos propone regresar capriles: algunos enriquecidos
con el robo de la riqueza nacional y millones de pobres preteridos, sin nadie
que se importe por ellos, porque la esencia del capitalismo es hacerse rico aun
a costa de la miseria de la humanidad.
Cuando un excluido, desesperado, hambriento, pone en
peligro la seguridad de un semejante, cuando asesina o roba, en el origen del
hecho repudiable está el egoísmo que nos propone capriles. Cuando en el país se
pierde la solidaridad, la fraternidad, cuando la vida se hace un infierno por
la agresión de todos contra todos, la causa está en la proposición egoísta de
capriles.
Con el discurso mezquino de la avenida Bolívar y sus
aplausos, reafirmamos la convicción vital de votar por Chávez, por la
Revolución , para instaurar la sociedad que nos propuso Cristo: amarnos los
unos a los otros. El egoísmo, es miseria, no debe triunfar.
¡Chávez es amor infinito!
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