El 15 de agosto de 1805, Simón Bolívar juraba en el Monte Sacro de Roma:
…“Este pueblo ha dado para todo, menos para la causa de la humanidad: Mesalinas corrompidas, Agripinas sin entrañas, grandes historiadores, naturalistas insignes, guerreros ilustres, procónsules rapaces, sibaritas desenfrenados, aquilatadas virtudes y crímenes groseros; pero para la emancipación del espíritu, para la extirpación de las preocupaciones, para el enaltecimiento del hombre y para la perfectibilidad definitiva de su razón, bien poco, por no decir nada. La civilización que ha soplado del Oriente, ha mostrado aquí todas sus fases, han hecho ver todos sus elementos; mas en cuanto a resolver el gran problema del hombre en libertad, parece que el asunto ha sido desconocido y que el despejo de esa misteriosa incógnita no ha de verificarse sino en el Nuevo Mundo.
¡Juro delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por ellos; juro por mi honor, y juro por mi Patria, que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español! ".
El Libertador remite el despeje de la misteriosa incógnita del gran problema del hombre en libertad al Nuevo Mundo, a nosotros… y no se equivocó. La humanidad en estos doscientos años ha intentado liberarse de la esclavitud y no lo ha conseguido. Nosotros somos, el último delirio, la postrera trinchera.
La Revolución Soviética, los diez días que estremecieron al mundo, fue capturada por la mezquindad. A pesar del esfuerzo de muchos, se frustró la esperanza, y la conquista del reino de la libertad fue postergada.
Aquí, Zamora, Fabricio, Américo Silva, no pudieron concretar el sueño. A pesar del esfuerzo de tantos, del empeño heroico de los justos, triunfó la inmediatez, el engaño, y el pueblo humilde optó por sus verdugos.
Con la llegada de Chávez, el anhelo, confinado a los delirios de los menos, a las ilusiones de los espirituales, volvió con la fuerza de la tolvanera. La Esperanza renació, y el pueblo del Libertador plantó cara al destino aciago. El intento de resolver la incógnita del hombre en libertad volvió al Nuevo Mundo, tal como el augurio del Monte Sacro.
Esa es la encrucijada que hoy vivimos, se trata del último intento de salvar al hombre, a la humanidad.
Despejar la incógnita del hombre en libertad significa salvar la vida planetaria. Conquistar la libertad, es conquistar la armonía entre los hombres, y de éstos con la naturaleza. Sólo así se evita la extinción de la especie y de la vida.
La naturaleza no cesa de mandar mensajes premonitorios del final, la vida se resiente con el impacto que el capitalismo significa para el ambiente, ya comienzan a escasear los alimentos, los cultivos se acaban en las sequías perennes, las migraciones de los hambrientos ponen en peligro la vida de los opíparos.
Todos estamos en el deber de preservar al último delirio, a la posibilidad socialista.
¡Con Chávez Resteaos!
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