9.5.10

EL CONCEPTO PUEBLO-REVOLUCIÓN EN EL LIBERTADOR

Si estudiamos el concepto Pueblo-Revolución en el Libertador, encontraremos como rasgo principal que no es estático. Él creía, y eso subyace en su obra, que el pueblo se educa, aprende, a medida que la lucha por crear un nuevo mundo se desarrolla, y de ese aprendizaje debe depender la relación Pueblo-Revolución.
En el Manifiesto de Cartagena en 1812, expone El Libertador:
“¿Qué país del mundo, por morigerado y republicano que sea, podrá, en medio de las facciones intestinas y de una guerra exterior, regirse por un gobierno tan complicado y débil como el federal?.... Es preciso que el Gobierno se identifique, por decirlo así, al carácter de las circunstancias, de los tiempos y de los hombres que lo rodean. Si éstos son prósperos y serenos, él debe ser dulce y protector; pero si son calamitosos y turbulentos, él debe mostrarse terrible y armarse de una firmeza igual a los peligros, sin atender a leyes, ni constituciones, ínterin no se restablece la felicidad y la paz”.
Temprano desarrollaba su concepto de la relación Pueblo-Revolución adaptada a las circunstancias. En otras palabras, un profundo “sentido del momento histórico”.
En el Congreso de Angostura, 1819, precisa su concepto:
“Uncido el pueblo americano al triple yugo de la ignorancia, de la tiranía y del vicio, no hemos podido adquirir ni saber, ni poder, ni virtud. Discípulos de tan perniciosos maestros, las lecciones que hemos recibido, y los ejemplos que hemos estudiado, son los más destructores. Por el engaño se nos ha dominado más que por la fuerza; y por el vicio se nos ha degradado más bien que por la superstición. La esclavitud es la hija de las tinieblas; un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción; la ambición, la intriga, abusan de la credulidad y de la inexperiencia de hombres ajenos de todo conocimiento político, económico o civil; adoptan como realidades las que son puras ilusiones; toman la licencia por la libertad, la traición por el patriotismo, la venganza por la justicia… La libertad, dice Rousseau, es un alimento suculento pero de difícil digestión. Nuestros débiles conciudadanos tendrán que enrobustecer su espíritu mucho antes que logren digerir el saludable nutritivo de la libertad”…
Después de Junín y Ayacucho, cuando ya la América era libre, entonces, Simón Bolívar nos alecciona... Y el 10 de febrero de 1825, en Lima, devuelve al Congreso del Perú los poderes dictatoriales que éste le había conferido el año anterior, cuando la existencia de la República estaba en juego.
En Santa Marta, 1830, se lamenta de un pueblo que, víctima de la ambición, la intriga y la inmadurez, lo derrotó, asesinó la esperanza.
La enseñanza es clara: la tarea de la Revolución es conducir al pueblo, sacarlo de las tinieblas, de la ignorancia, de la esclavitud. Si comete el error de “no identificarse, al carácter de las circunstancias, de los tiempos y de los hombres que lo rodean”, padecerá en medio de un pueblo abusado en su credulidad.
¡San Pedro Alejandrino no se repetirá!

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