"¡Soldados! Vais a completar la obra más grande que el cielo ha encargado a los hombres: la de salvar a un mundo entero de la esclavitud.”
Así El Libertador encendía los corazones de la tropa patriótica, instantes antes de la Batalla de Junín, importante suceso en la liberación del Perú. La batalla fue feroz, no se oyó ni un tiro, sólo el ruido de los sables y las lanzas, el campo quedó sembrado del heroísmo de los patriotas, las lanzas de los llaneros venezolanos brillaron en las montañas peruanas.
La Arenga del Libertador no hablaba de nada material, no existe recompensa material capaz de encender el heroísmo, que la pasión y la entrega a una causa noble y grande forja.
La Revolución Bolivariana libra batallas que exigen la misma entrega y la misma pasión de las batallas libertadoras. Se debe siempre arengar con la grandeza de Junín: Nosotros también somos convocados a obra grande encargada por el cielo: somos convocados a acabar con la esclavitud del capitalismo y a salvar a la Humanidad de la extinción. Esta debe ser la arenga movilizadora del pueblo heredero del Libertador.
No podemos caer en la tentación de intentar fundamentar ánimos, adhesiones, con recompensas materiales. Debemos guiarnos por la experiencia revolucionaria mundial, y por la sabiduría encerrada en nuestra historia. Sólo la conciencia, el espíritu, puede darnos la grandeza necesaria para construir grandes obras, para ganar grandes batallas.
Un pueblo con elevada conciencia revolucionaria, identificado con la obra que realiza, es capaz de superar las adversidades que ese camino le impone. Por el contrario, un pueblo sin conciencia, pasto del egoísmo capitalista, sucumbe frente al primer tropiezo, es incapaz de liberarse, de dirigir su destino. Cuando lo material comienza a importar, es señal de que el espíritu se resquebrajó. En esas circunstancias no se debe buscar en lo material lo que se perdió en lo espiritual.
En septiembre vamos a una batalla decisiva, es imprescindible ganar, ya el enemigo oligarca ha declarado exterminio contra la Revolución y el Comandante Chávez.
Declaran abiertamente y sin tapujos que van a la Asamblea a debilitarnos para dar el zarpazo. Al mismo tiempo, dan pasos desestabilizadores: falcón, el general rastrero, los susurros a los militares, cada vez más descarados, las declaraciones explícitamente golpistas de algunos obispos.
No hay dudas, alrededor de septiembre se libra una batalla decisiva, a ella debemos ir con el espíritu de los que van a lo trascendente: alegres, decididos, con el ánimo de los que saben que hacen historia, de los que se sienten hijos de Junín, de Carabobo, del 4 de febrero.
Todos debemos participar en esa batalla, después podremos contar a los hijos y los nietos que estuvimos allí cuando se decidía el destino de este pueblo y de la Humanidad, que no fallamos, que acudimos al llamado que desde las sabanas de Junín nos hizo El Libertador en 1824: “Liberar a un mundo entero de la esclavitud.”
¡Chávez es Socialismo!
¡San Pedro Alejandrino no se repetirá!
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