La apatía es una de las principales dolencias de una Revolución, es una enfermedad silenciosa, percibida sólo por los más avisados dirigentes. Cuando una Revolución padece la peste de la apatía, entra en situación de sumo peligro.
La apatía no es activa, es pasiva, por eso es de difícil detección, lo visible son sus consecuencias, produce un vacío que reclama nuevos actores, he allí su principal riesgo.
Uno de los principales síntomas anunciadores de apatía es la dificultad de movilización de las masas.
En época de auge las masas prácticamente se movilizan solas: basta una mirada de los líderes, una sonrisa o un chasquido de dedos para que la masa llene las anchas alamedas.
Cuando hay apatía la movilización es pesada, las anchas alamedas son sustituidas por cosos cerrados, las calles se llenan con recursos visuales, cada vez más se evita convocar.
Otro síntoma es la pérdida de la condición gregaria de la masa, ésta comienza a disolverse, a resolver sus angustias de forma individual, a protestar o a aprobar aisladamente. Ya no hay “esquinas calientes”, las discusiones de grupos espontáneos son cada vez más escasas, y cuando aparecen no hablan de política, el deporte suele llenar el vacío.
Ese es otro de los síntomas, la política grande, pero también la pequeña, desaparecen de la conversación, en ese momento importa más quién gana la eurocopa que quién es el posible gobernador de un estado.
La apatía debería soltar todas las alarmas de los partidos revolucionarios, sus puestos de observación deberían decretar alerta máxima.
Todo lo anterior nos lleva a varías preguntas. Veamos.
¿Hay apatía? ¿Se está formando un vacío que se expande poco a poco? ¿Estamos contribuyendo los revolucionarios a la apatía?
Las respuestas serán variadas, y darán lugar a una discusión inútil que puede aumentar la apatía, si ésta existiere.
En el caso de la peste apática, los partidos revolucionarios deben actuar con medidas preventivas. Si no hay enfermedad mejor, pero nunca está de más el cuidado para que no nos afecte.
Una de esas medidas preventivas sería actuar siempre con un gran respeto a la inteligencia y la sensibilidad de las masas. La incoherencia siempre es detectada por la masa con suma rapidez y facilidad, y es causal de apatía.
Por ejemplo, toda explicación para justificar que los partidos revolucionarios no vayan a las elecciones unidos, es incoherente.
Otra de esas medidas preventivas sería dar a las masas razones sagradas por las cuales luchar. Si nosotros no nos diferenciamos radicalmente de los oligarcas, si el Socialismo nuestro no significa un cambio radical con respecto al capitalismo, si no proponemos una nueva manera de relacionarnos, un nuevo mundo, que es mejor que el mundo propuesto por los oligarcas, entonces no hay razón sagrada para apoyarnos, habrá apatía.
Si no convencemos que el Socialismo es la última oportunidad de la humanidad, que se trata de escoger ya no entre Socialismo y barbarie, sino entre Socialismo y extinción de la vida, estaremos abriendo cauce a la apatía.
Criticar es Amar
José Martí
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