El espíritu del 4 de febrero marca el rumbo y la vida de la Revolución
Bolivariana. Es así, cuando nos hemos apartado de su influencia la Revolución
se debilita. Cuando con ese espíritu nos fundimos, entonces surge desde las
entrañas de la sociedad la energía que sustenta la épica, vuelven los aires de
la Independencia.
El 4 de febrero fue un corrientazo ético, una muestra de amor y
desprendimiento que conmocionó el alma colectiva. En las jornadas de abril ese
espíritu que viene del Samán de Güere, encarnó en la masa y nos dio lecciones
de cómo un pueblo se transforma en actuante y labra su destino.
Febrero y abril nos dejaron una lección importantísima de pedagogía
revolucionaria: “Las masas son impregnadas por el comportamiento, por el
ejemplo de sus dirigentes. Es ese un instrumento decisivo de educación en una
sociedad.”
O, dicho de otra forma, una masa tendrá la conducta, la ética que emane
de sus dirigentes. De aquí que la respuesta de la masa frente a los retos de la
existencia dependerá, en gran medida, del ejemplo moral que surja de sus
dirigentes. Esa es gran responsabilidad de los dirigentes, lo que hagan será
cátedra de conducta para la masa.
La Revolución Bolivariana es asediada por el imperio, las emboscadas
infectan el camino de la Revolución. Se preparan con descaro varios golpes. En
estos mares turbulentos debemos aferrarnos a la enseñanza de febrero-abril. Es
necesario regresar a ese espíritu, que es el mejor blindaje de la Revolución,
ya lo hemos comprobado.
Y regresar al espíritu revolucionario sólo se logra con un latigazo
ético que parta de los dirigentes, esa es condición indispensable.
Un cambio drástico, impactante, de la conducta de los dirigentes sería
el equivalente, tendría la esencia del 4 de febrero, florecería de nuevo el
Samán de Güere, volvería la magia de abril, la Revolución sería entonces
invencible.
El trabajo colectivo voluntario es la oportunidad para concretar ese
cambio de conducta, que se convierta en una forma de construcción de la
materialidad y la espiritualidad de la Revolución, prefiguración de la nueva
sociedad que se asoma.
El trabajo voluntario, el único verdaderamente libre, debe convertirse
en cotidiano, para eso es indispensable el ejemplo de los dirigentes, de allí
debe surgir la lección. Ministros, dirigentes del PSUV, diputados, la directiva
de la Asamblea, todos deben hacer del trabajo voluntario una sagrada costumbre.
Ese aluvión de nueva conducta, ese ejemplo, debe ser acompañado de altos grados
de austeridad, llevada a los límites.
Todo eso significaría un salto ético de la Revolución, una lección que
empaparía al pueblo, crearía la base espiritual para el estudio y la
comprensión de la tarea revolucionaria, y posibilitaría el enfrentamiento
exitoso con los obstáculos que se avecinan.
Febrero y Abril fueron en esencia batallas éticas, en ese terreno se
escenificaron, desde allí rompieron paradigmas. Una Revolución será lo que sea
su ética.
¡Con Chávez, Con Socialismo!
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