14.12.12

DOS MUJERES (Viernes 14-12-2012)


Haydée Santamaría y Melba Hernández, en la madrugada del Moncada dos mujeres y un sentimiento.
“...y hay ese otro momento en que ni la tortura, ni la humillación, ni la amenaza pueden contra esa pasión que nos trajo al Moncada. El hombre se nos acercó. Sentimos una nueva ráfaga de ametralladora. Corrí a la ventana. Melba corrió tras de mí. Sentí las manos de Melba sobre mis hombros. Vi al hombre que se me acercaba y oí una voz que decía: ‘han matado a tu hermano’. Sentí las manos de Melba. Sentí de nuevo el ruido del plomo acribillando mi memoria. Sentí que decía sin reconocer mi propia voz: ‘¿Ha sido Abel?’ El hombre no respondió. Melba se me acercó. Toda Melba eran aquellas manos que me acompañaban. ‘¿Qué hora es?’ Melba respondió ‘son las nueve’.
“Estos son los hechos que están fijos en mi memoria. No recuerdo ninguna otra cosa con exactitud, pero desde aquel momento ya no pensé en nadie más, entonces pensaba en Fidel. En Fidel que no podía morir. En Fidel que tenía que estar vivo para hacer la Revolución. En la vida de Fidel que era la vida de todos nosotros. Si Fidel estaba vivo, Abel, Boris, y Renato y los demás no habían muerto estarían vivos en Fidel que iba a hacer la Revolución Cubana y que iba a devolverle al pueblo de Cuba su destino.
Lo demás era una nebulosa de sangre y humo, lo demás estaba ganado por la muerte. Fidel ganaría la última batalla, ganaría la Revolución ".
En la batalla, frente a la muerte de su hermano Abel, de sus compañeros, Haydée Santamaría pensaba en Fidel. ¡Fidel debía vivir! El líder debía vivir, un líder es aquel que debe vivir.
Una Revolución no es posible sin un líder, las revoluciones deben contar con la teoría revolucionaria, la organización revolucionaria, pero sobre todo deben contar con un líder, con aquel que debe vivir.
El liderazgo es un milagro, es un fenómeno que sólo se comprende desde el corazón. Es un hecho muy raro en la vida de los pueblos, cuando aparece, quizá una vez cada cien años, los revolucionarios están en el deber de preservarlo. Más allá de las palabras:
¡Con Chávez todo sin Chávez nada!

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