Las
Revoluciones fueron hechas por hombres extraordinarios. Formados en el pasado
tuvieron visión de futuro, rompieron con su tiempo, fundaron.
Las Revoluciones hasta ahora fueron reacomodos del
sistema que permite a unos hombres apropiarse del trabajo de las mayorías, de
las riquezas sociales. Hoy la Revolución significa un salto inmenso,
inédito. Trata de superar la esencia de todos los sistemas sociales anteriores,
de superar el egoísmo, el individualismo, de volver a la sociedad integrada y
rescatar la condición social del hombre. El reto es definitivo, será
obra de lo extraordinario, de pueblos asombrosos.
Se necesita una gran audacia teórica y práctica, un
rompimiento radical con la forma de hacer política. Es necesario estudiar
para aprender a modificar la realidad, para entenderla, para cambiarnos a
nosotros mismos. Los clásicos postularon que la filosofía debía dejar de
contemplar al mundo, de lo que se trataba era de transformarlo. Es así, el
pilar fundamental del mundo es el hombre, se trata de transformar al hombre.
La lucha principal es contra nosotros mismos, contra
nuestra propensión a no cambiar y a la incapacidad de imaginar un mundo que
funcione con una lógica superior. Ante cualquier intento de revolución el
pasado emerge desde el fondo de nuestros abismos interiores, se disfraza de
cambio, pero en realidad deforma las acciones, las morigera, las convierte en
caricatura.
Cuando los clásicos escriben Conciencia del Deber
Social, las fuerzas oscuras del pasado leen nada más "conciencia", se
olvidan de la integración social, razón suprema del Socialismo. Enmascaran el
pensamiento, lo privan de su fuerza.
Cuando los clásicos dicen: "…imaginémonos,
para variar, una asociación de hombres libres que trabajen con medios
colectivos de producción y que desplieguen sus numerosas fuerzas individuales
de trabajo, con plena conciencia de lo que hacen, como una gran fuerza de
trabajo social." Así brota el pasado que nos habita y lo
cambia, lo interpreta como asociación de empresarios, o de unidades económicas
egoístas que actúan aisladas, sin Conciencia del Deber Social y, más que
hombres libres que trabajen con medios colectivos, es decir con propiedad
social, son cómplices o implicados en la guerra del lobo contra el hombre.
Son muchos los disfraces que adopta lo viejo para no
morir, por eso es necesario una revolución que discuta, sólo la discusión
dentro de la Revolución conseguirá el camino. Debemos pensar, cuestionar todo,
los conceptos deben pasar por el filtro del análisis, el ¿Qué? debe
convertirse en un arma del pensamiento: ¿Qué significa pueblo? ¿Qué es
una comuna? ¿Qué es poder popular? ¿Para qué lo necesitamos? ¿Por
qué el pueblo vota alcaldes y gobernadores burgueses? ¿Cuál es la
esencia del Socialismo? ¿Cuál su camino? ¿Cuándo vamos bien? ¿Cómo
rectificar errores?, ¿Cómo detectarlos?.
Sólo con la irreverencia del Qué, Cómo, Cuál,
tendremos una Revolución capaz de dar el salto inmenso que exigen los tiempos.
Estas palabras deberían estar presentes en todas las reuniones de los
revolucionarios, junto al axioma "irreverencia en la discusión y
lealtad en la acción".
¡Con Chávez es con sus candidatos, lo demás es
traición!
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