Cuenta la historia del Cuartel
Moncada que después del cruento combate alguien le llevó las terribles noticias
a Haydée Santamaría que junto a Melba Hernández permanecía en un puesto cercano
al escenario de la contienda. Haydée oyó aquel informe con la emoción contenida
y preguntó: ¿y Fidel, como está Fidel?, él es el que debe vivir, si él vive
habrá Revolución.
Razón tenía Haydée, ella entendía que la Revolución , por los raros caprichos
de la historia, se encarna en un hombre, estos hombres-historia resumen
los requerimientos del futuro y los anhelos de su pueblo, aparecen en
escasísimas oportunidades pero cuando aparecen el planeta se estremece, se
prepara a parir un nuevo mundo. No se equivocó Haydée, Fidel es uno de esos
hombres. Cristo es el principal de ellos. El Comandante Chávez es, sin dudas,
uno de estos hombres, él resume a esta Revolución, la determina.
Tenemos el privilegio de tener uno de estos líderes, tenemos el deber de preservarlo,
de apoyarlo, de caminar junto a él en la búsqueda de nuestro destino histórico:
el Socialismo, la obra que Bolívar dejo inconclusa, el mandato de Cristo, el
sueño de millones de hombres de buena voluntad.
La batalla que se aproxima, los días que nos separan de ella, deben estar
llenos de emoción, de pasión, los logros materiales deben dar paso al
sentimiento patriótico que guió a los llaneros a cruzar los Andes, que los
números regresen a los libros de contabilidad, y que las páginas exquisitas
donde se guarda lo mejor del humano se abran para recibir las lágrimas que
fertilizaron la victoria de abril, el esfuerzo y el arrojo que derrotó a la
meritocracia en diciembre, que suenen las trompetas de Carabobo llamando al
combate redentor y flameen las banderas saludando al Comandante que pasa raudo
hacia la batalla contra los vendepatrias.
Con fe arénguese al pueblo de Bolívar, convóquese a su mejor sentimiento.
Es hora del espíritu, de dar al pueblo razones sagradas por las cuales luchar,
motivos altruistas por los cuales luchar, los que merecen ir con alegría a las
grandes batallas, las que emocionan.
El 7 de octubre vamos a ganar, esta vez la obra no quedará inconclusa, el
pueblo tiene un líder capaz de conducirnos hacia la victoria. Después de
octubre caminaremos por la calle orgullosos de la obra que ayudamos a
construir, veremos a los ojos a nuestros hijos y les diremos con satisfacción
que luchamos por un futuro luminoso para ellos y sus hijos, que no cambiaremos
su felicidad por un plato de lentejas, que apostaremos a lo grande.
¡Viva Chávez!
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