Una excelente medida de la calidad del alma de la sociedad es el contenido de las conversaciones de la gente. Qué les ocupa la mente, o si queremos ser más precisos, y para seguir las enseñanzas bíblicas, dónde están sus tesoros, sus corazones.
El asunto parece fácil pero tiene alto grado de complejidad, hay especialistas en averiguar las preferencias de la gente, así surgieron los intentos de encerrar en una tabla el espíritu de las masas, inventaron esos instrumentos fríos que son las encuestas y nació esa rara profesión de "analistas políticos" que, como quien estudia una célula en un microscopio, sin pasión, aventuran pronósticos y adelantan consejos. Es verdad que sirven para aproximarse a resultados simples, pero son incapaces de palpar el alma de las masas, su espíritu.
Esa percepción escapa al frío instrumento, a veces la tienen los altos dirigentes, esos que poseen el arte y el conocimiento político, los que no se dejan engañar con la realidad mediática, los que no viven en el falso mundo de la pantalla.
¿Cuál encuesta podía prever que cap ganaría las elecciones con altísima votación, que se "coronaría presidente", y que poquísimos días después le vendría el caracazo? ¿Quién podría pronosticar esa paradoja?
Los capitalistas saben que es sobre el alma de la sociedad donde se afianza su sistema, por eso gastan esfuerzo y dinero en estupidizar a las masas: que su tesoro esté en lo trivial, que su corazón albergue pequeñeces. Los medios son instrumentos para esta operación de cretinización, también la ideologización en la educación. En resumen, la cultura hegemónica tiene esa función.
Lo que la gente habla, lo que le preocupa, es una señal que viene del fondo del alma, un indicador del grado de narcosis que han logrado las maniobras de la dominación oligarca.
Lo anterior debe ser tomado en cuenta en estos tiempos de carnaval electoral prematuro. Los oligarcas se desataron en campaña estupidizante, una competencia para ver quién dice más necedades, quién es más ingenioso en el retruécano vacío, en el malabarismo verbal.
La Revolución debe construir otro mundo, otras relaciones sociales, no puede contribuir a esta inmensa operación de cretinismo electoral, tiene que comportarse de otra manera, ir al fondo, traducir el hermoso planteamiento del Socialismo a consignas sencillas que vayan más allá de la propaganda vacía del enemigo. La medida del éxito del mensaje Revolucionario tiene que ser más que la simple encuesta que nos informa como si de un mercado se tratara, debe ir al alma de la masa.
Allí cobra importancia investigar, con la menor intervención posible, sólo oyendo, sin preguntar, sin ser oído, de qué habla la gente, sentirla en la calle, en el metro, en las bodegas, stadium y refugios. Averiguar dónde están sus tesoros, sus aspiraciones y dificultades.
Así sabremos qué nos falta para hacer de esa alma soporte de la construcción socialista. Derrotemos allí en el espíritu, en el más importante campo de batalla, al capitalismo que siembra odio y egoísmo.
¡Con Chávez!
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