La organización de cierto número de individuos supone delegación de funciones, jerarquización. Robinson en su isla no tenía necesidad, ni podía delegar funciones. En contraste, para una escuadra guerrillera en la Sierra Maestra delegar funciones era de vida o muerte. Si pensamos en un ejército o una fábrica, fácilmente percibiremos la imposibilidad de que actúe sin delegar funciones, sin jerarquizarse.
Actualmente hay una fuerte tendencia a considerar a la delegación como una pérdida de la libertad, de la soberanía individual. Es así que se propone una organización horizontal donde todos hagan de todo, sin jerarquías. Cuando esto es un ejercicio teórico, cuando se trata simplemente de un juego de imaginación, es muy bonito, una fantasía, construcción de mundos idílicos.
Ahora bien, cuando esta idea se traslada a la organización política, a la estructura social, puede hacer mucho daño. Funciona pero en la imaginación, cuando se pretende llevarlo a la práctica fracasa, entonces necesariamente se crean realidades que contradicen el discurso. Veamos.
Si se pretende la participación directa de grandes masas en la toma de decisiones, y se niega la organización y la delegación de funciones, sólo quedan dos caminos: uno, en la práctica se forman instancias de decisión no reconocidas, sumergidas en el anonimato, o dos, se forman instancias de decisión bautizadas con otros nombres y, los teóricos de la no delegación, se tienen que conformar con eufemismos, con circunloquios. La realidad produce de manera espontánea, forzosa, a la organización y reclama la delegación, la jerarquización.
Es así, la organización de las masas es tan natural como la organización de los organismos vivos, de la vida. La discusión es cómo se organiza, quién la organiza, para qué se organiza.
Hasta los presos, cuando dejados a su libre albedrío lo hacen de manera asombrosa. Recordemos los pranes, los luceros, etc. Podríamos aventurarnos y decir que la organización es inherente al humano. Si hablamos de un conglomerado humano inmediatamente suponemos algún tipo de organización, hasta los condominios, reino del egoísmo, tienen que organizarse.
El Socialismo supone un alto grado de organización social, de planificación, de jerarquización, de disciplina. El reto de su construcción es organizar sin generar privilegios. Organizar es la única manera de ordenar la participación de todos.
La ideología pequeño burguesa, individualista por esencia, ha forjado la idea de la no organización y la no jerarquización, es su alucinación, niegan la organización social, sólo promueven el egoísmo del fragmento local, nunca proponen un tejido social y rechazan la jerarquía.
La ideología de la clase obrera tiene visión social de la solución de la existencia, siente en su vida diaria que la suerte del todo depende de la suerte de cada uno, y que el individuo aislado es un ser inconcluso. Esa ideología es la única que puede impulsar la construcción de la organización y la conciencia social, pilares del Socialismo.
La proletarización de la Revolución , impregnarse de la ideología revolucionaria, despojarse de la fragmentación burguesa y pequeño burguesa, son requisitos indispensables para la construcción socialista.
¡Con Chávez siempre!
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