Las revoluciones, en el fondo y agazapado, llevan el germen de su destrucción. Ese enemigo, por inadvertido, es peligrosísimo. En contraste, la oligarquía es evidente, fácilmente reconocible, y eso le confiere desventaja en la lucha.
Siendo así, es importante entender el "modus operandi" del enemigo agazapado. Veamos.
Toda Revolución, y más si es pacífica, está habitada por el pasado: las costumbres, la lógica, se resisten a morir, y pugnan por derrotar las posibilidades socialistas. La expresión política de este pasado es el reformismo, su soporte de clases es la ideología pequeño burguesa.
El pasado dentro de la Revolución no puede actuar de manera abierta, sería fácilmente detectado y su labor anulada, por eso cubre con discurso Socialista proposiciones que minan el avance.
Los partidarios agazapados de lo viejo son defensores del capitalismo, esa es su mayor debilidad, defienden lo extenuado, lo incapaz de resolver las carencias de la humanidad, los problemas que él mismo creó.
En su accionar político son ecuánimes, ponderados, no cometen excesos, mucha mesura, poco desenfreno, llaman siempre a la reflexión, proponen generalidades que cualquier bando apoyaría, por ejemplo ¿quién puede estar en desacuerdo con acabar la pobreza o mejorar la educación? Nunca dicen cómo harán para concretar sus propuestas, al hacerlo quedaría en evidencia su carácter capitalista, la imposibilidad de resolver algo.
En su accionar político son ecuánimes, ponderados, no cometen excesos, mucha mesura, poco desenfreno, llaman siempre a la reflexión, proponen generalidades que cualquier bando apoyaría, por ejemplo ¿quién puede estar en desacuerdo con acabar la pobreza o mejorar la educación? Nunca dicen cómo harán para concretar sus propuestas, al hacerlo quedaría en evidencia su carácter capitalista, la imposibilidad de resolver algo.
Esperan las crisis, reales o ficticias, es allí que despliegan su estrategia, en época de dificultades gritan que debemos hacer alianza con el capitalismo y deslizarnos hacia el centro político, construir un híbrido. En nombre de una supuesta productividad justifican la alianza.
Cuando la Revolución se corre al centro pierde sus límites económicos y políticos, abre camino al beso de Judas, ya no hay límites con el enemigo. Construyen puentes, la batalla entre dos sistemas cede lugar a la convivencia entre expoliados y apropiadores: "ahora todos somos uno", "a trabajar por el bien común”. Las generalidades justifican la unión, la pregunta de cómo concretar las promesas la consideran impertinencia, propia de extremistas, la magia infame que transformó al capitalista en aliado, es modernidad.
Los reformistas tienen cómplices en los renegados, a estos los conocemos, ahora hablan con el mismo furor con que ayer defendieron lo contrario. Los renegados son contrabando descubierto, ese es el destino de los reformistas cuando la Revolución es triunfante, a cada avance se deslindan.
La lucha contra el reformismo no es fácil, se trata de un enemigo experto que consiguió derrotar el Socialismo en países como China, Chile y la URSS. Sólo se le podrá derrotar desde fuertes trincheras de ideas, el rigor teórico es la mejor arma de la Revolución. Es indispensable entender la esencia del Socialismo, deslastrarnos de la pirotecnia ideológica que califica de Socialismo desde el café hasta el paseo que inauguraron ayer. Es imprescindible dotar al Socialismo de una sólida definición, precisar las características que lo determinan y diferencian de las falsificaciones. Sólo así derrotaremos al enemigo interno. Cabe parafrasear al Libertador: "Moral y Luces Socialistas, son nuestras primeras necesidades".
¡Con Chávez resteaos!
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