Uno de los principales peligros para una Revolución es el aburrimiento. Como una nube pastosa, brota de la costumbre, de lo previsible. En esos momentos de adormecimiento se abre la puerta a un zarpazo.
Cuando la política se hace rutina, los partidos de oposición cuestionan todo movimiento del gobierno, desde el censo, hasta el ahorro de energía, los dirigentes obreros economicistas desempolvan reivindicaciones de temporada, los periódicos escriben las mismas mentiras que nadie cree, los columnistas escuálidos inventan situaciones, las movilizaciones son misérrimas, las peleas en el congreso son iguales a las de antaño, los dirigentes se acusan mutuamente de robo. Cuando ya todo esto se hace costumbre y la política no emociona, es hora de encender las alarmas, el país está entrando en el sopor que preludia torbellinos. Es urgente buscar la emoción que moviliza, romper el marasmo, blindar el alma.
Las masas que fundan mundos, las que hacen Revolución, se fraguan tras objetivos políticos altruistas, son movilizadas por la emoción. En contraste, lo material sólo puede coagular a una suma de egoísmos que no construye, fragmenta y favorece a los dominantes de siempre, a las oligarquías. Es imposible movilización revolucionaria tras beneficios materiales.
Es necesario hurgar en la historia para encontrar los móviles de los móviles, cuáles son los detonantes de las grandes movilizaciones revolucionarias. Veamos.
Si analizamos nuestra historia reciente encontraremos que las movilizaciones revolucionarias se motorizaron por estímulos morales, recordemos las hazañas de abril, allí no se habló de nada material, el sentimiento se hizo lágrima y el coraje derrotó a los gringo-lacayos. En diciembre fue lo mismo, aún los meritócratas, ignorantes de la fuerza de las ideas del amor, están estupefactos ante esa derrota que creían imposible.
Está claro, el Comandante Chávez resume un torrente de sentimientos de amor que moviliza a la masa. él es, se ha construido fuerza que une al pueblo con la sangre noble de los mejores sentimientos, los mismos que acompañaron a Bolívar hasta los confines del Continente.
Esa fuerza debe ser preservada, apuntalada con cambios materiales que la potencien, y desechar las acciones que la debiliten. A esa fuerza la vigoriza las relaciones fraternas en la economía, en lo social y en lo político, y la debilitan las relaciones egoístas.
Le hace daño a la movilización de esa fuerza los coqueteos con los capitalistas y con las formas de propiedad nosocial. Cada vez que vemos con simpatía la alianza con capitalistas, la masa se confunde y, lo que es peor, se potencia en ella el sentimiento egoísta, el “sálvese quién pueda”, el "si yo estoy bien todo está bien."
No hemos sabido movilizar al pueblo ni emocionarlo con las tareas de la Revolución. Por ejemplo, hacer del Trabajo Voluntario un ejercicio para la relación fraterna, preludio de la relación socialista, que se desborde de entusiasmo en las grandes Misiones que hoy tenemos planteadas, que el ahorro eléctrico sea un logro y tarea de todos, ejercicio de sentimiento patriótico en movimiento.
¡Con Chávez, unidos y en la calle somos invencibles!
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