10.2.11

EL EQUILIBRIO DE LA DOMINACIÓN (Jueves 10-02-2011)

La dominación, mediante la cual una minoría somete, se apropia del trabajo y de la riqueza de la mayoría, tiene dos componentes:
Uno material: es la captura del trabajo ajeno expoliando de varias maneras al trabajador: la esclavitud, la servidumbre, el capitalismo.
El otro es espiritual, cultural: se trata de la justificación y aceptación de la explotación, y es posible porque el explotado acepta sumiso su inferioridad, su incapacidad de valerse en el mundo sin la ayuda del explotador. Y el explotador se ve como superior, desprecia al explotado, no lo considera ser humano, sino un instrumento de trabajo, mercancía, una cosa.
Cuando este equilibrio se rompe, cuando el explotado se rebela y produce una confrontación, una pugna por la creación de un nuevo orden social, entonces los explotadores luchan por sus intereses materiales, sus privilegios, sus fortunas. Sin embargo, lo que más lo mueve, lo que más lo conmociona, es la sensación intolerable de que los de abajo se le igualen.
Cuando los desposeídos aprenden a leer, van a las universidades, son oficiales del ejército, filósofos, artistas, tienen posibilidades de desarrollar sus cualidades sin más límites que su capacidad individual, entonces se produce en la oligarquía explotadora un choque psíquico de inmensa magnitud y todo su andamiaje mental se viene abajo.
Ya no son superiores, ya los humildes no son miserables, ese cambio de su mundo espiritual, psíquico, cultural, que es condición esencial de una Revolución, les aterra más que sus pérdidas materiales, y explica las reacciones violentísimas, desesperadas, demoníacas, de la oligarquía. Son reacciones que vienen de sus infiernos mentales más profundos.
De allí que no se puede llamar a diálogo en Venezuela sin tener en cuenta estas circunstancias. Aquí, por obra y gracia de la Revolución, se rompió el equilibrio de la dominación. Ahora los “sin nada” se igualaron, y en la oligarquía emergió el terror a desaparecer, que es el peor de los temores.
¿Cómo imaginar que los mantuanos, los oligarcas, se sienten a dialogar con el igualado Chávez? ¿De qué pueden hablar? ¿Cómo confiar en las buenas intenciones de los que sólo se les aquietará la tormenta interior que el miedo agita, si regresamos a la sumisión?
Plantear diálogo es no entender lo que está pasando entre nosotros, lo que ya ha pasado, es pensar que las aguas de la dominación pueden volver a su cauce en sana paz, es no entender lo que el enemigo conoce muy bien: un pueblo cuando es tocado por el milagro de su redención, cuando parió a un líder, no vuelve a ser esclavo sin el uso desmedido de la fuerza.
Cuando los orillados de siempre comprenden el camino de su liberación, rompen el equilibrio que los mantenía esclavos, no tienen otra opción que avanzar. Si se detienen, si retroceden, serán víctimas de inmensos infortunios. La oligarquía explotadora no perdona el susto de la insurrección de los humildes.
Sería muy bonito el diálogo, pero es imposible cuando una Revolución es verdadera.
¡Chávez es Garantía!

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