Hemos avanzado. La Revolución ha cumplido varias etapas, no es momento de explicarlas en este trabajo, ya vendrán historiadores a estudiar lo vivido, limitémonos a señalar que llegamos a una encrucijada definitiva.
La vida nos impuso el gran examen de la realidad que ya habló, o mejor: está hablando. Esa es la principal prueba para las teorías. No escucharla es candidez, no saber interpretarla es fatal, no ajustar el camino de acuerdo a esas voces, es testarudez.
Todo indica un desgaste en la afinidad pueblo-revolución, aunque se mantiene la conexión del Comandante con el Pueblo humilde. Muchas son las interpretaciones de esta realidad, muchas las causas posibles, intentaremos ir al fondo del asunto.
Creemos que la falla principal está en un agotamiento de la ideología que conduce a prácticas y teorías fragmentadoras, aquellas que en lo económico proponen unidades aisladas, verdaderos focos de egoísmos colectivos, unidades que disocian la fuerza subjetiva y material de los obreros. En lo social proponen unidades organizativas aisladas que profundizan el egoísmo. En lo político impiden la formación de un instrumento organizado nacionalmente, nos dejan entrampados en la maquinaria electoral, que puede ganar elecciones pero no forma el tejido que es el que otorga profundidad estratégica, el que acompaña los momentos de euforia popular, y estimula a la masa a la hora del desencanto. Esta ideología riega, arraiga en toda la Revolución la conciencia egoísta, fragmentadora.
Es necesario ir al fondo, a la raíz de esta ideología, y desde allí corregir el rumbo. Esta ideología fragmentadora se sustenta en una economía también fragmentadora, con ella se entrelaza.
Venezuela es una sociedad que tiene la particularidad de ser rentista desde hace un siglo. Esta realidad nos construyó una relación laxa con el trabajo, con la relación logro-esfuerzo. Somos más despojados que explotados, la renta cubre con su “generoso manto” las tensiones propias de la explotación.
La oligarburguesía de variadas formas se nutrió de la renta, más que productores son importadores, su moneda es el dólar, sus cuentas son extranjeras. Los obreros son pocos y poco organizados, y sus organizaciones están signadas por el economicismo. También somos una sociedad con profunda fragmentación y altísimos grados de exclusión social.
En un país así, se entiende que la Revolución estuviera impregnada de la ideología fragmentadora, de teorías que se retuercen frente a la posibilidad de organizar la economía y la sociedad de forma centralizada.
La pregunta que surge es ¿Cómo revertir la situación?
La historia señala que la Revolución en países como el nuestro, sólo es posible con un poderoso núcleo subjetivo, espiritual, de masas, anclado en la práctica, que indique al resto de la población el sendero de la conciencia y la economía social.
Este núcleo, que sirva de vitrina al Socialismo, que asombre al resto de la sociedad, es posible construirlo, o mejor, es urgente construirlo, es, junto a la socialización de la ideología socialista, paso fundamental para cosechar victorias.
¡Chávez es Socialismo!
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