Dice Fidel que aquella Revolución comenzó con siete fusiles que se enfrentaron a una fuerza superior a 80.000 hombres entrenados por los Estados Unidos… y triunfaron. Es importante recordar y estudiar esa hazaña.
Las Revoluciones son siempre proezas. Cuando Mariátegui la definía como creación heroica no se equivocaba. Donde exista Revolución existirá épica, primero de un puñado de hombres y después de todo un pueblo. No es posible Revolución sin epopeya, sin sacrificio, sin desgarramiento, sin riesgo.
En la Revolución de la independencia el sólo pensar en la insurrección frente a la monarquía instalada en los huesos del alma colonial, fue acción heroica. Aquel puñado de jóvenes, que se atrevieron a romper y a invitar a un pueblo sumiso, esclavo, siervo, a convertirse en Ejército Libertador, fueron titanes del pensamiento y de la praxis, que es la acción que cambia mundos.
Bolívar en el terremoto de 1812 fue un héroe, y ya en el Paso de Los Andes aquella épica se había convertido en pueblo dispuesto a todo por concretar sus sueños.
Todas las revoluciones tienen componente material, las armas, los pertrechos, las
condiciones físicas, y tienen un componente espiritual, el alma, la teoría, la ideología, la conciencia, pero sobre todo, lo decisivo, es la pasión. Sólo la pasión mueve a los pueblos, y sólo ella decide el combate. Ese es el Octavo Fusil que dio el triunfo a Fidel.
Las revoluciones son hazañas impulsadas por la pasión que surge de la entrega a causas nobles, por las que vale la pena vivir y morir.
Hoy en Venezuela se despliega una campaña por reducir al pueblo heredero de la gesta libertadora, a sus apetitos, a lo pequeño. Lo pretenden animal, que sea el verdugo de sus propios sueños.
La campaña es hábil, se instala en las grietas del proceso revolucionario, las profundiza. Se valen de nuestros errores y carencias, se apoyan en nuestros miedos.
Están creando la imagen de que la posibilidad revolucionaria se esfumó, ahora no habría más salida que detener la marcha, retroceder, intentan descorazonar, desmoralizar, que sintamos que todo está perdido.
¡Mentiras! Nunca antes este pueblo, ni siquiera cuando la Independencia, había estado tan cerca, con tantas posibilidades de avanzar hacia la tierra prometida, la tierra que todo humano honesto sueña para sí, sus hijos y los hijos de sus hijos, el mundo de la felicidad de todos, del trabajo común para el bien común.
Tenemos un líder: en pocas oportunidades surge un líder, a veces pasan siglos y los pueblos no consiguen parir. Por eso tener un líder que se mantiene al lado del pueblo es garantía para la Revolución.
Tenemos la idea correcta, la teoría revolucionaria ha avanzado, se ha deslastrado del dogmatismo, del reformismo, del anarquismo, y está en condiciones de hacerse praxis.
Tenemos un pueblo que ha dado muestra mil veces de altruismo, de amor, que es la arcilla para construir el mundo nuevo, el hombre nuevo.
Debemos elevar la pasión, el Octavo Fusil nos hará invencibles.
¡Chávez es Garantía!
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