Independiente de la voluntad de los actores políticos, la violencia, que nunca había desaparecido completamente de la escena, irrumpe en medio de la crisis que produce la disputa de la hegemonía de dos sistemas incompatibles: el Capitalismo y el Socialismo.
No podía ser de otra manera, el capitalismo no se suicida, lucha por mantener su hegemonía, y apela para su perpetuación a la violencia. En la historia siempre fue así, el capitalismo impone su hegemonía con la violencia.
Los argumentos que corroboran la afirmación abundan. Es suficiente ver cómo se han apropiado de mercados, de fuentes de energía, recordar la depredación de la América, las invasiones expoliadoras por parte de los gringos, la extracción de riquezas de África, la reapropiación de China y Rusia, el sometimiento del mundo.
Entre nosotros la agresión es historia fresca, nunca han dejado de usarla contra la Revolución Bolivariana. Al sentirse en peligro, todas sus fuerzas se confabularon contra la Esperanza.
No dan sosiego a la Revolución, de una agresión salen a preparar otra agresión, siempre giran alrededor de la violencia: Abril, Diciembre, magnicidio, paramilitares, guarimbas, negación de las elecciones, acusaciones de fraude.
Hoy es evidentísimo que están preparando una nueva carga, ya sus cobardones cantan como gallos, los oportunistas construyen puentes, el susurro a los militares es estridente. Nos aproximamos a definiciones que son impostergables.
Ya los oligarcas nacionales, en complicidad con el capitalismo mundial, nos dictan el terreno de la confrontación: escogieron una vez más el camino de la violencia.
La confrontación que se avecina es definitoria, el triunfo estará determinado por la capacidad de imponer la hegemonía clara de uno de los dos sistemas. Ya no hay lugar para ficciones de equilibrio, quedó demostrado que las formas económicas capitalistas (egoístas, fragmentadoras) producen una conciencia egoísta, atomizadora, que debilita grandemente a la Revolución, que intentan fagocitarla, comérsela.
La defensa de la Revolución y del Comandante Chávez debe ser en todos los campos, el principal es el ideológico, la conciencia, el espíritu. Sólo un pueblo conciente es capaz de defender el camino de su redención.
Es imprescindible afinar la organización y disciplina, el combate que se avecina no puede ser exitoso sin una fuerte organización y una férrea disciplina que permita a la dirección de la Revolución planificar los movimientos ofensivos y defensivos.
Voluntarismo cargado de desespero siempre trabajará para el enemigo oligarca. Las acciones espontáneas, aisladas, corren riesgo de caer en terrorismo, alejar a las masas, tranzar un combate de aparatos que no beneficia a la Revolución. Debilidades en las formas económicas, estimular el egoísmo económico, conducen al fracaso.
Es hora de activar dentro del partido los Destacamentos de Vanguardia, vale decir, organizar la vanguardia de la vanguardia. Estos destacamentos deben estar formados por los cuadros más concientes, los últimos a la hora de los privilegios, los primeros a la hora de los sacrificios.
Estos Destacamentos de Vanguardia serán referencia en todo combate por la defensa y la construcción del Socialismo.
¡Sin Chávez no hay Socialismo!
¡Sin Socialismo no hay Patria!
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