La relación económica capitalista es la culminación de un largo proceso de sistemas sociales sustentados en el egoísmo, en la división de la humanidad: en una minoría poseedora de los medios de producción y una mayoría desposeída, entre esclavos y dueños.
Estos sistemas económicos han generado a través de siglos una cultura que los justifica, los reproduce, y simultáneamente forma al hombre para el egoísmo.
Es así, el capitalismo es la elaboración más acabada del egoísmo. En él caben las manifestaciones más absurdas de individualismo, de antisociedad, a tal punto llega la patología que nos hemos convertido en una especie suicida. Destruimos la naturaleza que nos cobija, y llegamos al absurdo de querer hacer negocios con las consecuencias del desastre: hay quien organiza tours para ver el deshielo polar, y quien piensa vender ventiladores en medio del recalentamiento global. De aquí surge una pregunta:
¿Cómo superar al capitalismo suicida?
La guerra contra el capitalismo es cultural, se trata del enfrentamiento feroz de dos culturas, o mejor, de dos especies de seres humanos:
El humano del capitalismo, tallado por el egoísmo mercantil, que todo lo mide por el supuesto beneficio material inmediato, sin ningún tipo de autoestima, capaz de venderse por un plato de lentejas, de ofertar su tiempo, pero también mercadear parte de su cuerpo, mutilarse por unas monedas para comprar mercancías sin sentido. Esa es la esencia del capitalismo, mostrada sin ningún velo, sin ningún pudor.
Abundan en Internet las ofertas de órganos humanos, muchas compañías “legales” trafican con sangre humana.
La cultura comercial, en la que todo se vende y todo se compra, impregna a la humanidad. El sentimiento amoroso está rebasado, arrinconado. La cultura comercial rige nuestra conducta, y comanda nuestras decisiones, las importantes y las triviales.
El axioma que rige a la cultura capitalista es: “Si obtengo algún beneficio material inmediato es lícito, no importan las consecuencias futuras”.
El hombre del capitalismo está tallado con ese cincel, esculpido por el egoísmo. Ha perdido la capacidad de asombro, justifica cualquier venta y cualquier compra. Importa más, es más noticia, la cantidad de euros que arrojó la subasta en Londres de un fragmento del Libertador, que el hecho brutal de la venta, la subasta de un ser humano. Nada conmueve a la especie.
Ese es El Infiltrado, intoxica el alma de los humanos, todos portamos dosis de capitalismo. Ese infiltrado que nos habita es el peor enemigo de la humanidad, contra él luchamos. Pero es con ese humano, con nosotros, que se debe hacer la Revolución, superar al capitalismo, salvar la vida. El reto es inmenso, vencer es posible, y es imprescindible.
Nosotros, la Revolución Bolivariana, tenemos una gran responsabilidad en esta batalla. Somos una de las pocas posibilidades de cambio, de zafarnos de la lógica capitalista.
No podemos conformarnos con menos, hacerlo es suicida. Vivimos época de vencernos a nosotros mismos, de intentar lo imposible, de tomar el cielo por asalto, del Paso de Los Andes, del Cuartel Moncada, del 4 de Febrero.
¡Chávez es Socialismo!
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