La lucha interna es la más difícil de entender pero es la más importante. Siempre es más fácil percibir al enemigo exterior, este es evidente.
Así, en la época de la independencia era fácil distinguir al Imperio Español como el enemigo, pero imposible caer en cuenta que la derrota del Libertador estaba adentro, que Santander y Páez eran los verdugos del sueño de Bolívar.
El 23 de enero del 58, los dirigentes en aras de mantener la unidad, sacrificaron la lucha interna, no alertaron al pueblo y la gesta fue atrapada por los reformistas que sumieron a la patria en medio siglo de oscuridad. Se postergó nuevamente el sueño.
La lucha interna es ante todo una lucha de ideologías, ellas deciden en última instancia el combate. Podemos decir que una derrota revolucionaria siempre es precedida por una derrota ideológica.
Siendo así, es un extravío focalizar la lucha interna en las personas, al contrario: se debe fijar en las corrientes ideológicas que pugnan por la hegemonía, por conducir la Revolución. Veamos.
En el interior de la Revolución encontramos varias ideologías en feroz lucha interna. Se agrupan en dos campos principales, la Socialista y la nosocialista. Las nosocialistas proponen formas que van desde el capitalismo franco, hasta propuestas que mimetizan el Socialismo, pero sin pasar de ser populistas y anarcoides. Estas ideologías surgen principalmente de la pequeña burguesía y de los marginales.
Entonces, en el interior de la Revolución e independientemente de la voluntad, existe un fuerte choque de ideologías que debe ser, primero reconocido y luego tratado con inteligencia.
Lo importante para los revolucionarios, su tarea, es impulsar las formas socialistas, explicarlas, concretarlas y defenderlas de los embates de las corrientes nosocialistas.
Explicar, con argumentos, por qué un empresario capitalista siempre será un apropiador del trabajo ajeno, siempre será un ladrón, y siempre será un enemigo de nuestro Socialismo incipiente. Decir que estimular al capitalismo es, necesariamente, debilitar al Socialismo.
Difundir, como heraldos del futuro, que el Socialismo tiene como objetivos supremos, el rescate de la condición humana del humano, la integración de la sociedad, y que eso sólo se logra si se sustenta en la Propiedad Social de los Medios de Producción administrados por el Estado, única manera de conseguir esos objetivos humanizantes.
Queda claro, entonces, que es la lucha interna la que definirá el destino de la Revolución, la que decidirá si construimos un mundo que sea ejemplo para la humanidad, o si nos quedamos en el tremedal de las miles de variantes que presenta la miasma capitalista, justificando y posponiendo la gran ruptura, el gran salto que es una Revolución.
Hoy la principal tarea de los revolucionarios es estudiar para participar en la lucha interna con la pasión que asegura el éxito.
¡Chávez es Socialismo!
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