Es evidente que la Revolución Bolivariana está en la mira de los oligarcas internacionales.
Es tenaz la campaña que nos liga con el narcotráfico, ya nos declaran narco-país, buena excusa para cualquier agresión.
Los gringos mueven sus tentáculos de guerra: las bases de Colombia son muestra de una política, de una decisión estratégica de someter a la Revolución por la fuerza. Las oligarquías del continente se confabulan contra nosotros, Uribe es un puntal de la agresión.
Las declaraciones de los voceros del gobierno gringo son claras: Chávez es intolerable para ellos, debe salir, no nos dan tregua. Todos los días ponen un ladrillo en el muro de desinformación que tejen y nos envuelve. Preparan a la opinión pública para que acepte cualquier crueldad.
Aquí en el país, la oligarquía se quitó el antifaz y se declara, con el mayor descaro, golpista. No reconocen la legitimidad del Gobierno Revolucionario y van a gritarlo a los organismos internacionales que, agotados, vetustos, toleran cualquier barrabasada con tal de aparentar vigencia.
Los medios de deformación arrecian su campaña, crean ficciones que nos debilitan, preparan el día del desenlace.
El hedor conspirativo fascista está en el aire, se sienten las nubes que anuncian tempestad.
¿Qué debemos hacer los revolucionarios?
¡Prepararnos! No tenemos otra opción.
La preparación tiene un cimiento: dotar a la población de razones sagradas por las cuales luchar que hagan posible que el pueblo llegue a los límites por defender lo que vale la pena defender. Veamos.
Las razones más sagradas por las cuales vale la pena luchar son las espirituales. La lucha impulsada por lo material, llega hasta que el pago no compense el riesgo. Las impulsadas por el alma no tienen límite.
Decía Julius Fucik, un revolucionario checoeslovaco, prisionero de los nazis en la segunda guerra mundial, desde su calabozo: “por la alegría he ido al combate, por la alegría muero, que nunca la tristeza sea unida a mi nombre”.
Decía Haydee Santa María, en pleno combate del Asalto al Moncada cuando le llegaban noticias de lo difícil de la situación: “!Fidel no debe morir!”
Decía alguien, se supone que Camilo, en Alegria de Pío, cuando todo parecía acabado bajo el bombardeo y la metralla enemiga: ¡Aquí no se rinde nadie!
Decía el Negro Primero en Carabobo, cuando vertía su sangre por la independencia: “Vengo a decirle adiós porque estoy muerto.”
He allí reacciones heroicas de la lucha revolucionaria impulsadas por razones sagradas.
Los oligarcas enfilan todo su poder de deformación contra nuestras razones espirituales para la lucha: desprestigian dirigentes, reducen la lucha a lo material y al entorno, siembran desconfianza, riegan rumores. Deforman al Socialismo, lo presentan como simples cambios cosméticos que el capitalismo también podría emprender.
La Revolución debe defenderse, desmontar las campañas oligarcas, fortalecer las razones revolucionarias sagradas por las cuales luchar, fortalecer la imagen revolucionaria de nuestros líderes, combatir la campaña de desprestigio. Defender al Socialismo, como la única opción de sobrevivencia de la humanidad y de resolver nuestros problemas más cotidianos.
¡Chávez es Socialismo!
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