El individuo es un compendio de la sociedad en que vive, en él se resume el drama social de su época. Es imposible escaparse a esta ley. Siendo así, el individuo es el escenario de la contienda de clases de su tiempo. O, lo que es lo mismo, la parte más importante de la cruenta batalla de la lucha de clases se da en el interior de los individuos.
Es en las praderas del alma individual donde se decide la lucha de clases. Los revolucionarios, para tener éxito en su tarea, deben estudiar este punto fundamental, porque no hay Revolución sin revolucionarios, y no hay revolucionario si antes no se ha vencido a sí mismo.
Las conductas de los revolucionarios, son reflejo de esta lucha de clases que ocurre en la entraña individual. Allí se opone la ideología de las clases dominantes, los valores dominantes, las costumbres, la ética, toda una espiritualidad sembrada en la temprana niñez, con la ideología revolucionaria que se adquiere con la educación y la imaginación. En otras palabras, la lucha revolucionaria es principalmente una lucha entre la niñez, que se enfrenta a la espiritualidad que se van adquiriendo con la comprensión adulta.
Esta batalla, entre lo que fuimos y lo que queremos ser, se desnuda en la toma de decisiones. Veamos.
Cuando la sociedad se reconoce en un individuo y lo hace líder, sean del nivel que sean, la pugna de clases dentro de estos escogidos adquiere características sociales. Las decisiones del conductor afectan a la sociedad, pero están determinadas por la pugna que sucede en el individuo convertido en líder. Expliquemos con un ejemplo.
Bolívar liberó a los esclavos, y esa fue una decisión que afectó profundamente a la sociedad de su época. Pero, esa decisión nace de una lucha en el alma atormentada del Libertador, allí se enfrentaron la enseñanza de su niñez, quinientos años de cultura colonial, de aceptación y justificación de la esclavitud, con los conocimientos y la conciencia que había adquirido Bolívar en su vida de adulto. En el caso de bolívar, triunfó la idea libertaria adquirida durante su vida adulta, sobre la espiritualidad esclavista sembrada en su niñez. Por eso, él es un gran revolucionario. Páez, por el contrario, sucumbe a los valores de la oligarquía, traiciona las ideas adquiridas en su adultez, al lado del Libertador, y se entrega a los valores de las clases hegemónicas que le sembraron en la niñez.
Podemos decir, entonces, que para hacerse revolucionario, para hacer la Revolución , es vital derrotar, todos los días y en cada decisión, a la ideología de la dominación que llevamos aferrada a nosotros con los poderosos hilos del inconsciente infantil. El revolucionario debe vencerse a sí mismo.
¡Chávez es Esperanza Socialista!
¡Estar con Chávez, es estar con lo que Chávez decida!
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