A esta Revolución nuestra le hace falta locura, o mejor, volver a la locura que guió al 4 de febrero.
Es que una Revolución no es hija de la sensatez, la sensatez es contrarrevolucionaria, es conservadora, calculadora, la Revolución el único cálculo que acepta es la inmensa voluntad de hacerse, la locura de hacerla.
Los revolucionarios siempre han sido locos, Bolívar fue loco ¿Qué sino la locura planificó El Paso de Los Andes, o la Campaña Admirable ? ¿Qué sino la locura retó a la naturaleza en 1812?
El asalto al Cuartel Moncada fue una locura, a cuál sensatez se le ocurre atacar con rifles y muchachos a un cuartel fortificado. El Granma, la Sierra Maestra , retar en sus propias narices al imperio más poderoso de la tierra, construir el Socialismo a noventa millas del corazón del imperio capitalista, aferrarse al Socialismo después que todo se derrumbó, eso es locura. Fidel fue guiado por la locura revolucionaria.
A esta Revolución le hace falta locura.
Aquí hay exceso de cordura reformista, cuando oímos exponer a los reformistas su camino hacia el Socialismo, todo muy calculado, todo cuadradito: “bajamos las tasas, disminuimos el iva, aumentamos el subsidio, liberamos aquí, aumentamos dos puntos allá, abrimos cadivi, cerramos la brecha, bajamos la inflación, el primer trimestre es mejor que el segundo del año pasado etc., etc.”
Pero, uno siente que algo anda mal, que el alma revolucionaria está ausente, que no hay emoción, que falta pasión, que no se convoca, que falta riesgo, que falta locura.
Cuando la canalla nos llama sensatos, sospéchese. Cuando la oligarquía se sienta con nosotros y salen satisfechos, sospéchese. Cuando la gente que aparece en la lista Forbes (la que agrupa a los godos más ricos del planeta) nos aplaude, sospéchese. Sospéchese porque estaremos haciendo algo muy sensato, estaremos siendo racionales, pero nunca estaremos siendo revolucionarios.
Locura no es improvisación, más bien es audacia para intentar lo que a los conservadores, a los reformistas, a los pusilánimes, les parece imposible.
Aquí hoy, en Venezuela, estamos en el deber de ser Quijotes con locura, soñar con un nuevo mundo y tener la audacia de construirlo.
Tenemos todo para intentarlo, un líder con una extraordinaria conexión con un pueblo que es también extraordinario, tenemos riquezas, la teoría revolucionaria existe, el coraje sobra, la audacia abunda, las ganas se desbordan, lo único que falta es confianza en que es posible y la locura revolucionaria, desechar al reformismo calculador.
El mundo, la humanidad, espera de nosotros el ejemplo que lo guíe, que lo aparte del rumbo suicida que el imperio capitalista nos impone. No podemos conformarnos con menos, debemos demostrar que el Socialismo es posible, no podemos conformarnos con un buen gobierno, no podemos caer en la trampa de la democracia oligarca que durante cincuenta años nos mantuvo en la sensatez del rebaño.
¡No! Nuestra meta es crear otro mundo, sumerjámonos nuevamente en la locura del Paso de Los Andes, del Asalto al Cuartel Moncada, de intentarlo cuando todas las voces sensatas dictan que es imposible.
¡Horror a las oligarquías!
¡Chávez es Esperanza Socialista!
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