Desde que el
hombre descubrió el espejo, la humanidad cambió. La capacidad de verse, de
reflejarse, de percibirse, causa perplejidad, es un acto asombroso propio de la
especie. A partir de ese hecho, el individualismo se instaló en las sociedades,
ya no era necesario el otro para reconocerse, la imagen pasó de las pupilas
ajenas al espejo propio.
La vida del
humano quedó marcada por el espejo, que no es simplemente el reflejo de lo material,
es el comienzo de un viaje al interior, es una puerta que abre los abismos del
individuo. Esa posibilidad se deslizó a toda la vida social, no se concibe la
existencia sin espejos. Con el espejo el hombre aprendió a reflejarse en todas
sus actividades sociales, deambula por el mundo, no percibiéndolo sino
reflejándose. El espejo se interpone entre el mundo y nosotros.
No percibimos al
mundo, percibimos reflejos torcidos de nosotros mismos, pero somos hechura de
lo establecido, del sistema que nos vio nacer, entonces sólo vemos al sistema
que conocemos. De allí que la Revolución, cambiar al mundo, es un proceso que
empieza en el individuo, en el revolucionario, éste debe renacer, refundarse
para poder percibir al mundo sin el arbitraje del "espejo dominante".
Lo anterior, que
parecen simples elucubraciones, tiene importancia en Revolución. Si se va al
proceso sin cambiar, percibiremos el mundo de acuerdo a nuestro interior
forjado en la cultura de la dominación. Y después de mucho batallar caemos en
cuenta de que no estábamos haciendo Revolución sino boxeo con nuestra sombra,
ellos eran iguales a nosotros, nuestra imagen y semejanza.
¿Cómo luchar
contra nosotros mismos? ¿Cómo vencernos? Es indispensable lo colectivo. La conquista
del hombre nuevo es una labor individual que se debe acometer en colectivo, en
los organismos, en medio de la fraternidad revolucionaria, donde se forjan
espacios socialistas que serán escuela, ejemplos que guían al resto de la
sociedad.
De la calidad de
estos colectivos, de su capacidad fraterna, dependerá la calidad de la lucha
política que desarrollen y la calidad de los individuos que los formen. Sólo
así es posible sustituir el espejo por el fuego revolucionario.
Se desprende que
la principal batalla es en el espíritu individual y colectivo, es decir en el
espejo, es en la manera de percibir el mundo, de entenderlo. Es necesario
introducir en el interior de alma humana, o mejor, devolver al alma la visión
de lo social, reconocernos uno y simultáneamente todos, saber que la suerte del
individuo está determinada por la suerte del todo, y el todo depende de cada
individuo. El uno y el todo son componentes de un mismo rumbo, de un mismo
destino, al sumarse constituyen una humanidad inédita, es el verdadero paso de
la prehistoria a la historia. En otras palabras: es necesario instalar en el
alma individual y colectiva el Socialismo.
¡Con Chávezcristo!
2 comentarios:
Saludos muy buena reflexión
No solo buena execlente reflexion.
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