La
Revolución Bolivariana tiene entre sus grandes méritos haber desempolvado al
Socialismo, haberlo sacado del desván y colocarlo en la palestra de la política
mundial. Ya este logro sería suficiente para inscribirla en la historia.
El
mundo se sorprendió cuando un gobernante en el patio trasero de los yanquis
proclamó su antiimperialismo y su vocación socialista, eso no sucedía desde los
días de Fidel. La emoción corrió por el planeta, y también se elevó nuestra
responsabilidad: le dijimos al Socialismo, cual Lázaro, ¡levántate!, y en los
pueblos del mundo renació la esperanza. Ahora tenemos la responsabilidad de
echarlo a andar, de impedir que fracase, de concretarlo en asombro y guía para
el mundo.
¿Qué
hacer?
Lo
primero es entender esta responsabilidad, asumirla. No podemos fracasar
porque el golpe para la humanidad sería definitivo, la sumiríamos en el más
profundo de los desconciertos, del desaliento, del escepticismo, quedaría sin
rumbo, perdida en convulsiones sociales sin sentido.
Es
necesario construir núcleos duros teórico-prácticos del Socialismo, zonas
socialistas, concreciones socialistas que vayan más allá de lo retórico, donde
impere la Conciencia del Deber Social, donde la visión de lo local no quebrante
la visión universal para desde allí poder irradiar el ejemplo al resto
del planeta, y establecer la resistencia
y la ofensiva estratégica contra el capitalismo.
Sin
ese núcleo duro, que sea ejemplo de lo nuevo que tiene que nacer e instrumento
indispensable para que muera lo viejo, sin ese núcleo nos perderemos en ensayos
inoperantes y en flirteos debilitantes, como esos intentos fallidos de enamorar
a una clase media que por su demencia nos desprecia.
La
clave está en el gobierno, en sus líderes, en la dirección nacional. Una
Revolución captura el poder político para desde allí hacer nacionales,
hegemónicas, sus ideas. Siendo así, la Revolución tendrá el carácter de las
ideas que desde el poder se difundan, y también el destino de ese proceso
dependerá de esas ideas.
Entonces
el necesario núcleo depende de la cohesión de las ideas de la dirigencia, de la
coherencia entre el discurso y la práctica, de la claridad y capacidad de
convencer.
Si se
dice que los burgueses son causa de las miserias del pueblo, si imputamos al
capitalismo, a los capitalistas como causantes de los males de la humanidad,
debemos explicar por qué los aupamos, por qué establecemos alianza con ellos,
por qué los convocamos.
Esas
ideas deben tener su vitrina en acciones de la sociedad, que sean demostración
de los cambios en las relaciones entre los humanos y de éstos con la
naturaleza. Acciones que realice la sociedad, jornadas nacionales que
involucren a la sociedad en objetivos políticos altruistas permanentes. Donde
los participantes establezcan relaciones fraternas en la consecución de
objetivos comunes. El trabajo voluntario colectivo llevado a escala nacional e
internacional es inmejorable instrumento para conseguir esta vitrina. Una
sociedad movilizada, dando cada uno su cuota de amor por el prójimo y por el
bien de todos.
¡Irreverencia
Chavista!
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