La política en
época de crisis se muestra tal cual es: ¡una lucha descarnada por el poder! En
esos momentos los afeites electorales, los melindres democráticos, todo cede
frente a los imperativos de la disputa por el poder. En esos momentos cualquier
vía es "santa" y quedará legitimada por el triunfo. Los derrotados
quedarán al margen de una legalidad consagrada por la fuerza.
La hipocresía se
rinde ante las urgencias de la definición. Los fascistas dejan atrás sus
electorales caretas y los electoreros pusilánimes se repliegan a esperar que la
violencia haga su trabajo.
Los revolucionarios, siempre honestos, se
debaten entre la insistencia de mantener una realidad que se desmorona, la
obstinación de persistir en las reglas democráticas burguesas, que no contienen
ya a la realidad, que los oligarcas desconocen abiertamente, y adecuar su
acción a las nuevas circunstancias.
En el paisaje político la disputa del poder
produce un reacomodo interno y en las relaciones de las diferentes posiciones,
de los múltiples intereses en pugna.
En el campo oligarca encontramos que todos,
en diferentes grados, desconocen al gobierno revolucionario. Hablan con
descaro de "gobierno de facto", de "usurpación" e
"ilegitimidad". Este es un elemento esencial de la nueva situación,
un golpe aún en su fase pacífica. Algunos más audaces invocan al golpe de
abril, lo convierten en una manifestación legitima "del poder civil",
de esta manera dejan claro su concepto de legalidad y soportan su complot.
Otros asoman la inminencia de unas elecciones que desde ya califican de
emboscada, desconocen sus resultados. Los más evidentes anuncian violencia y se
preparan para ella.
La oligarquía se
mantiene atrincherada en una legalidad que sólo respeta en cuanto le sirve para
su conspiración.
El campo
bolivariano, acostumbrado a ganar batallas electorales, sufre la narcosis de lo
que parece ser una ley de las Revoluciones Pacíficas:
mientras la oligarquía se salta la legalidad burguesa, la Revolución permanece
inerme frente a la embestida violenta que en sus narices se va desplegando.
Sumergida en la lógica de elecciones burguesas que el enemigo no estima como
fuente de legalidad, se coloca de espaldas a la realidad.
La Revolución
vive en la contradicción de mantenerse dentro de la legalidad burguesa, con
ella contener a la insurrección, y la realidad de una conspiración oligarca que
la desborda. El momento crítico en que esta contradicción se
resuelva determinará el destino de la Revolución.
La contradicción
parece haber llegado a un punto en el que no hay retorno a la legalidad
burguesa, es decir, a un pacto. La legalidad tomará necesariamente la ruta
de la fuerza. No entender esto es ir a la confrontación en condiciones de
debilidad.
Allende no pudo
resolver la contradicción superando la legalidad burguesa e instaurando el
orden revolucionario, y ya sabemos lo que pasó. El 23 de enero del 58 la
contradicción pudo resolverse con un pacto oligarca porque las fuerzas
revolucionarias no pasaban de ser reformistas. Debemos defender en cualquier
terreno a la posibilidad socialista.
¡Irreverencia
Chavista!
¡Defender al
Socialismo con Socialismo!
1 comentario:
los revolucionarios siempre estamos preparado para lo que sigue
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