La existencia es la incertidumbre. La certeza del futuro no existe, sólo es posible sospecharla o presentirla a partir del pasado. Hay momentos en los que los dilemas se acentúan, nos abruman, son aquellos dominados por la fragilidad del ser, los pronósticos rompen las leyes de la sensatez, nos descubrimos de pronto humanos creadores del mundo y simultáneamente sus esclavos.
Lo único seguro es el suceder del tiempo, todo pasa, todo se transforma, nada permanece. Para nuestra tranquilidad dividimos al tiempo, épocas, años, días, nos ubican en el devenir, nos referencian el movimiento, pueblan el curso de la vida. El ayer alimenta como un monstruo pastoso el hoy y sugiere el futuro. El hoy es tirano del mañana que no existe.
Vivimos el fin de una época, se manifiesta de varias formas, ir al futuro, superar lo andando era inevitable, lo dicta el movimiento perpetuo. Ahora sabremos cuál camino construimos, hacia dónde vamos, de qué somos capaces, quiénes somos.
Nos amenaza el círculo maldito que engulle el avance, impide el salto nublando la inteligencia, condena a permanecer en la misma relación de predadores que ya es milenaria. Es el cambiar todo para que nada cambie. Es maldición que ayer se llamó restauración y hoy socialdemocracia, retórica y acción chocando en los territorios de la farsa.
El parto inédito requiere coraje allí donde es más difícil, en la aplicación de la teoría que ya existe, en el rompimiento de la adicción a la droga de la costumbre, al mundo de la sumisión, la valentía de correr el riesgo del vuelo alto, el arrojo de llegar a las cumbres prometidas aún no holladas. No es tarea de liliputienses, se requieren gigantes, ángeles renacidos del fango, capaces de surgir desde el fondo de ellos mismos, renovados, otros, santos.
Es improbable, pero es posible, el intento nos hace humanos, nos reencuentra con la condición humana que fue desnaturalizada por la tentación del egoísmo.
Llegar aquí nos llevó doscientos años, siglos encarnaron en Chávez, se acumularon los sueños frustrados y hoy son manantial que emerge. Todo depende de nuestros dirigentes. La masa, la gente, los parió como la oruga pare a la mariposa, son pueblo y simultáneamente son sus conductores, faros, timón… es de ellos la responsabilidad del destino.
El mundo sumergido en la mediocridad de un consumo distorsionado espera inconsciente por la esperanza, la señal del mundo de la hermandad, el salto que rompa con el círculo maldito que nos subyuga hace milenios.
Los dirigentes tienen la oportunidad de ser los pioneros de la nueva era, de ser grandes, hacerse gigantes. Deben aprovechar la crisis para hacer Revolución, pasar a la historia como los rompedores del muro que contenía a la humanidad en el salvajismo del aislamiento individual.
Chávez se hizo chavismo, ahora es un sendero. La pregunta es ¿tendremos el coraje para transitarlo, o el vacío distraerá los pasos?
¡Chavistas, Socialistas Siempre!
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