En los últimos
días se habla mucho de eficacia. Está de moda. Hasta un Ministerio se formó con
ese fin. Son oportunas algunas reflexiones.
La eficacia no es un concepto eterno, desligado de una
época, de una clase ni del sistema social. Para El Libertador, por ejemplo, la
Revolución sería eficaz en la medida en que expulsara a los españoles, para los
españoles sería todo lo contrario. Para los gringos, un gobierno eficaz en
Venezuela sería el que le enviara petróleo a precios viles, sumiso a sus
dictados, lo demás no les importaría nada.
Siendo así, debemos pensar cuáles serían los
parámetros de nuestra eficacia en plena Revolución Bolivariana. Veamos.
El primer índice de eficacia serían las acciones, las
obras que permitan que exista la Revolución, esto supone la
protección del liderazgo de Chávez. Un gobierno eficaz sería, entonces, el que
permite a la Revolución permanecer.
El segundo indicador de eficacia sería un pueblo
capacitado para comprender a la Revolución, tener un sistema
de evaluación capaz de discernir entre lo trivial y lo importante, de dar valor
a los cambios trascendentes, estratégicos, y de saber entender las dificultades
transitorias. La eficacia sería entonces las medidas, las obras, las
explicaciones que eduquen al pueblo para evaluar decisiones basadas en lo
trascendente y no en lo circunstancial. No pensar así sobre la eficacia sería
avalar que se tomen decisiones contrarias a la Revolución.. ."porque hay
un hueco en la calle".
Garantizados los dos indicadores anteriores, se puede
pasar a otros más superficiales, a las fallas de la gestión pequeña, las que no
deberían decidir el futuro de una sociedad, las que tienen su origen en grandes
fallas, estructurales e ideológicas, por ejemplo: la basura, los apagones, las
pifias en los Ministerios, y mil errores más.
Estas carencias no se podrán resolver, ni habrá
Ministerio que valga, si no se organiza de verdad, verdad al pueblo
humilde, si no se construye un tejido social que vaya más allá de la
distribución de recursos y se funde en lo espiritual, algo así como los Comités
de Resteaos con Chávez, transformados en Comités de Resteaos con la Revolución.
Este tejido social junto al Partido de la Revolución serán los garantes de las
soluciones a estos problemas menores, de ejercer su seguimiento. Sólo así, con
la masa incorporada a la acción de seguimiento, de contraloría, ésta será
efectiva.
Todo lo anterior será inútil sin una poderosa
Conciencia del Deber Social. Pretender arreglar las ineficiencias en la
superficie, en su manifestación visible sin ir a los cambios profundos en la
sociedad, es un desperdicio de la fuerza revolucionaria. Pretender, por
ejemplo, acabar con los vicios del burocratismo sin un gran cambio en los
valores, en la conciencia, en las relaciones de propiedad, sin la participación
activa de los humildes, de la clase obrera encontrada con su papel histórico,
desprendida del economicismo, es una dilapidación del poder revolucionario.
¡Con Chávez: más eficacia con más Socialismo!
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