El estudio del 4 de febrero nos conduce al análisis de la relación entre la violencia y la política. Al 4 no importa el nombre que se le ponga, eso se puede discutir, en lo que es fácil coincidir es que fue un "acto político violento", en contraste con otros actos violentos pero no políticos.
Las posiciones frente a la violencia del 4 son variadas: Encontramos a los retrógrados como carlos blanco, que califican de malo a todo golpe, tratan de ocultar el papel de la violencia en la política, pero en la práctica la reconocen, la aúpan, la invocan.
Al lado están los que consideran que la violencia le confiere, per se, un carácter revolucionario a sus acciones. Esta posición, es decir, la violencia sin objetivo político claro termina haciendo mucho daño a la causa revolucionaria.
Los revolucionarios consideran a la violencia política, tal como lo expone la teoría: "como acciones que tienden a la destrucción o alteración de una determinada estructura social, constituida por ciertas relaciones e instituciones sociales."
Esta violencia está presente en toda la historia de la humanidad, podemos afirmar que todo lo que hoy conocemos como legalidad, se sustenta en un acto de violencia. Y que particularmente, el capitalismo brota como un hongo de las miasmas de la violencia: guerras, bombas atómicas, invasiones, asesinatos, mucha sangre y sudor de humanos despojados, esclavizados, componen el decorado de lo que ahora llaman legalidad capitalista. También el imperio español se erigió sobre la espada y la cruz, la manipulación ideológica y la violencia del quizá mayor genocidio que ha conocido la historia.
La violencia tiene un carácter de clase. Hoy la violencia tiene el carácter de lucha por el Socialismo, o de lucha reaccionaria por mantener el sistema capitalista. Se desprende que hay una violencia del odio, aquella capaz de la bomba en Hiroshima y, en oposición, una violencia amorosa, como decía Martí: “la guerra debe ser sinceramente generosa, libre de todo acto de violencia innecesaria contra personas y propiedades, y de toda demostración o indicación de odio al español”, cuando nos hablaba de la guerra amorosa, guerra que se hace sin odio.
La violencia de amor produce el "por ahora" que tanta sangre nos ahorra. La violencia del odio produce aquella orden de los golpistas de abril, de "cazar a los chavistas como ratas."
Si entendemos que la violencia revolucionaria tiene como fin el cambio de la conciencia de una sociedad, podemos deducir varias enseñanzas:
No toda acción violenta es revolucionaria, a la revolución y a las masas se llega por el corazón, por la ideología, y ésta debe gobernar, dirigir la violencia. No toda acción revolucionaria es violenta, el convencimiento ocupa el primer lugar en la acción revolucionaria.
¿Cómo saber si una acción es revolucionaria?
Existen requisitos que debe cumplir: toda acción revolucionaria debe ser motor para otras acciones, sumar, despertar la simpatía de las masas, y debe ser síntesis del pensamiento revolucionario, debe estar impregnada por profundos sentimientos de amor.
¡Chavistas!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario