La oligarquía criticó la conmemoración del 4 de febrero, no le gusta el recuerdo del primigenio hecho revolucionario: el rompimiento con la farsa de democracia burguesa, y el uso de la violencia revolucionaria para producir ese rompimiento en el corazón popular.
La oligarquía lacaya es hipócrita en su condena del 4 de febrero, razones que la desenmascaran son muchas. No condena invasiones, asesinatos, bombardeos de sus amos del norte, el golpe oligarca de abril, el magnicidio como arma política, al contrario lo aúpa y lo prepara. Pero sobre todo, conspira de manera descarada: arria, maría, los adecos de la mesa, todos conspiran. Ya apareció pablo el bocón enviando mensajes abiertos a los militares.
La violencia oligarca, siempre cruel, genocida, está en el fundamento de su dominación. Se erige sobre la sangre de los indios y en la aplicación de la fuerza para aplastar los intentos emancipatorios, tenemos presente la brutal represión en nuestro Cono Sur, las desapariciones de padres y de niños, recordamos la sed de sangre y el terror de pinochet, los genocidios en América Central. Y aquí entre nosotros, la brutal represión de los gobiernos de la cuarta.
Es así, la violencia oligarca, regida por el odio, por lo más perverso de que es capaz el ser humano, se enfrenta desde la mentira y la manipulación a la violencia redentora, amorosa, que lucha por defender el derecho a amar, por defender los espacios y los tiempos del amor. Le temen a la violencia revolucionaria la que, sin duda, guió al 4 de Febrero, y la que hace de esta gesta el inicio de una Revolución destinada a cambiar las relaciones entre los humanos, por eso la deforman, la igualan a sus barbaridades.
Hay otro tipo de violencia que podríamos llamar falsa-revolucionaria, es la de grupos desprovistos de esencia revolucionaria, generalmente confinados a los márgenes de la vida social, hacen de la violencia un fin en sí mismo, se sustentan en la ideología marginal. Estos grupos son fácilmente utilizados por los oligarcas que los infiltran. Corren el peligro de transformarse en delincuencia organizada.
Surgen en las debilidades ideológicas de la Revolución, la falta de comprensión de la lucha de clases que se da en su interior. Ahora se nutren de teorías anarcoides que propugnan el poder de lo local divorciado del resto de la sociedad, así consiguen asidero ideológico a estas especies de republiquetas, con instrumentos bélicos propios.
El problema con estos grupos es ideológico, va más allá de si son o no son agentes, hay que demoler la base ideológica que les da origen y los justifica: la teoría pequeño burguesa que desprecia al Estado Revolucionario y prestigia lo mezquino local sobre la sociedad, estimula la conciencia egoísta que tarde o temprano entra en contradicción con el Estado. Debemos darle a los Consejos Comunales y a las Comunas, sentido de sociedad, aclarar su papel como parte del Estado Revolucionario Nacional. El tejido social revolucionario es la solución.
¡Chavistas!
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