Una Revolución es batalla contra el olvido, una resistencia a ser sólo náufragos programados para repetir la misma acción de millones de iguales, a vivir sin conocerse, sin pasado, sin futuro.
La humanidad capitalista nos conduce al olvido, el individuo muere porque desaparecen las relaciones con su entorno físico y espiritual, es allí que se sostiene la existencia, en la arquitectura, en la calle que lo vio crecer, en el parque donde jugó, en el vecino, sus amigos. El capitalismo nos desarraiga los recuerdos.
Las sociedades sufren la desmemoria: sus recuerdos se van desdibujando lentamente hasta convertir el entorno en territorio extraño para todos, se vive en un torbellino, suspendidos en la rapidez de la perturbación que no permite asirse a nada físico o espiritual, de esta forma la demencia es impostergable.
El capitalismo con su afán de lucro nos ha convertido en una especie que existe en cuanto puede comprar o vender, una humanidad mercado.
Es así que somos enemigos, extraños, sólo existimos en el mercado donde la vida se transa por unas monedas. Nos vendemos para poder comprar, compramos para que otros se vendan. Sólo en el mercado existimos, afuera sólo hay zombis.
Y así en este carrusel desgastamos la vida y, al final, la nada, la intrascendencia, la marcha de las máquinas hacia el vacío.
Uno de los principales objetivos del capitalismo es borrar los sentimientos de la sociedad, de esta manera disuelve la argamasa que la integra, impide tareas colectivas, los individuos sólo se identifican porque consumen igual.
Por eso no le simpatiza la historia, el pasado es la fuente de los sentimientos, sin ella sustituimos la épica que funda, por la trivialidad del gol de turno, del jugador de moda, del "american idol", y será sustituido en corto tiempo por otro igual de intrascendente.
De la historia queda lo que da lucro, lo material, el sentimiento se borra. Así Bolívar permanece, como avenida o plaza, nada que emocione, Carabobo es un estado o una marca comercial, no una batalla heroica, Zamora, un distrito de Aragua.
La última agresión que el imperio le hizo a este segmento de la patria de Bolívar (porque esos somos, un desgajamiento olvidado del sueño del Libertador) produjo un florecimiento del sentimiento que dormía en el inconsciente colectivo, en la memoria de las masas ¡Recordamos!
1810 regresó a los corazones de millones, el sentimiento de patria, el cabalgar heroico de Carabobo se hizo presente en los campos petroleros, Caracas volvió a tener el mismo brillo del 1812, cuando el Libertador la convocó para hacer que la naturaleza nos obedeciera para convertirnos en dioses movidos por el sagrado fuego patrio.
Dejamos atrás el reposo del individualismo y nos fusionamos como pueblo capaz de las mayores hazañas, fuimos asombro y el imperio temió, y sus lacayos buscaron los disfraces y las pócimas para engañar de nuevo, y blandieron la bandera de las siete estrellas y la franja negra que los delata como gringos.
¡Ahora con Chávez más resteaos que nunca!
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