Cuando Fidel calificó de milagro a la Revolución nuestra, tenía razón, toda Revolución es un milagro, un hecho extraordinario, inexplicable, sorprendente. Una Revolución es evento que diferencia al hombre del animal, es el hecho cumbre de la cultura.
Son tiempos cuando el hombre se empina sobre la naturaleza, sobre los apetitos, y emprende la odisea de ser espíritu, de ser Dios, de recrear al mundo en siete días. Se libera de las cadenas de la animalidad, siempre igual, puro instinto, previsibles por la biología, de ser dominado por la naturaleza, por los genes, y se hace milagro.
El fundamental requisito para una Revolución es la imaginación desencadenada, después la audacia del pionero, del primer vuelo, romper paradigmas, la inconformidad de permanecer, siempre avanzar.
Son requerimientos escasos, la tendencia es a la quietud, a aplicar lo sabido, a vivir en lo establecido, no hacer olas, que todo permanezca.
Decía Rosa Luxemburgo, en carta a Franz Mehring: "El Socialismo no es, precisamente, un problema de cuchillo y tenedor, sino un movimiento de cultura, una grande y poderosa concepción del mundo."
Es una hermosa definición del milagro: cambiar la cultura, la concepción del mundo. No es, por cierto, un asunto de manejo cuantitativo de algunos índices económicos, es un cambio drástico en las relaciones económicas y sociales, una nueva manera de relacionarse los humanos y de éstos con la naturaleza. Es un estallido de todo, y sobre ese destello fundar.
En la Revolución Bolivariana está bien que nos alegremos porque tal índice subió tanto por ciento y porque además se hizo sin afectar los planes de asistencia social. Pero mostrar eso, el aumento del capitalismo, la "armonía" de lo social y lo egoísta capitalista como el camino hacia el Socialismo, es un error grave. Por menos de eso el Che alertó, y por menos de eso el campo socialista se derrumbó.
No olvidemos que existe una relación estrecha entre la forma económica (el cuchillo y el tenedor) y la conciencia que con ella se entrelaza (el “movimiento de cultura”, la grande y poderosa concepción del mundo). Queremos decir que el crecimiento del capitalismo no se queda en los índices y las tablas económicas, se traslada multiplicado por miles al alma colectiva.
De esta manera también crece el egoísmo, la base psíquica del capitalismo, su cultura. En otras palabras, esos índices indican, entre otras cosas, el fortalecimiento del campo capitalista, los sepultureros del Socialismo.
Ahora que el imperio mostró el colmillo, estos índices cobran importancia grande: se trata de debilitar la base espiritual de la respuesta a la agresión.
El argumento esgrimido de que crecimos con bienestar social, tiene en su seno la negación del Socialismo. Es otra manera de decir, “sin capitalismo no podemos producir riqueza”, es el contrasentido de plantear que el capitalismo crea la riqueza que el Socialismo reparte.
Estas ingenuidades nos llevarán a la derrota. Nos provoca parafrasear aquella famosa frase, y decir: "la economía es tan importante que no se puede dejar en manos de los economistas" .
¡Con Chávez resteaos!
Son tiempos cuando el hombre se empina sobre la naturaleza, sobre los apetitos, y emprende la odisea de ser espíritu, de ser Dios, de recrear al mundo en siete días. Se libera de las cadenas de la animalidad, siempre igual, puro instinto, previsibles por la biología, de ser dominado por la naturaleza, por los genes, y se hace milagro.
El fundamental requisito para una Revolución es la imaginación desencadenada, después la audacia del pionero, del primer vuelo, romper paradigmas, la inconformidad de permanecer, siempre avanzar.
Son requerimientos escasos, la tendencia es a la quietud, a aplicar lo sabido, a vivir en lo establecido, no hacer olas, que todo permanezca.
Decía Rosa Luxemburgo, en carta a Franz Mehring: "El Socialismo no es, precisamente, un problema de cuchillo y tenedor, sino un movimiento de cultura, una grande y poderosa concepción del mundo."
Es una hermosa definición del milagro: cambiar la cultura, la concepción del mundo. No es, por cierto, un asunto de manejo cuantitativo de algunos índices económicos, es un cambio drástico en las relaciones económicas y sociales, una nueva manera de relacionarse los humanos y de éstos con la naturaleza. Es un estallido de todo, y sobre ese destello fundar.
En la Revolución Bolivariana está bien que nos alegremos porque tal índice subió tanto por ciento y porque además se hizo sin afectar los planes de asistencia social. Pero mostrar eso, el aumento del capitalismo, la "armonía" de lo social y lo egoísta capitalista como el camino hacia el Socialismo, es un error grave. Por menos de eso el Che alertó, y por menos de eso el campo socialista se derrumbó.
No olvidemos que existe una relación estrecha entre la forma económica (el cuchillo y el tenedor) y la conciencia que con ella se entrelaza (el “movimiento de cultura”, la grande y poderosa concepción del mundo). Queremos decir que el crecimiento del capitalismo no se queda en los índices y las tablas económicas, se traslada multiplicado por miles al alma colectiva.
De esta manera también crece el egoísmo, la base psíquica del capitalismo, su cultura. En otras palabras, esos índices indican, entre otras cosas, el fortalecimiento del campo capitalista, los sepultureros del Socialismo.
Ahora que el imperio mostró el colmillo, estos índices cobran importancia grande: se trata de debilitar la base espiritual de la respuesta a la agresión.
El argumento esgrimido de que crecimos con bienestar social, tiene en su seno la negación del Socialismo. Es otra manera de decir, “sin capitalismo no podemos producir riqueza”, es el contrasentido de plantear que el capitalismo crea la riqueza que el Socialismo reparte.
Estas ingenuidades nos llevarán a la derrota. Nos provoca parafrasear aquella famosa frase, y decir: "la economía es tan importante que no se puede dejar en manos de los economistas" .
¡Con Chávez resteaos!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario