26.6.11

LA INICIATIVA (Domingo 26-06-2011)

En la guerra, como en su gemela la política, es vital mantener la iniciativa estratégica, cuando ésta se pierde comienza la derrota.

El primer requisito para la iniciativa es conocerse y conocer al enemigo, esto es, delimitar los campos. Esta afirmación parece no necesitar mucha explicación, y es así en una guerra convencional, pero si el empeño es una Revolución pacífica, definir los campos adquiere dificultades que reclaman inteligencia y estudio. Veamos.

Una Revolución pacífica es campo propicio para la confusión, esa podría ser una ley de este tipo de Revolución: en una guerra entre adversarios que cohabitan en el campo de batalla, las líneas se desdibujan, los ejércitos se mezclan, las batallas, frecuentemente, se dan con sordina, y los campos de batalla se propagan a todos los ámbitos de la vida social, haciendo difícil delimitar las líneas de la confrontación.

La iniciativa se encuentra enterrada en esta confusión. Es difícil definirla, evaluarla, y la pregunta que surge es: ¿cómo saber si tenemos la iniciativa, cómo conseguirla, cómo mantenerla?

Es indispensable conocer al enemigo, sin eso no hay iniciativa posible. Esta precisión es un asunto teórico que constituye la más importante tarea práctica de la Revolución. Procedamos.

Identificando al capitalismo como el enemigo, avanzamos, pero todavía es insuficiente.

Indaguemos su esencia: es un enfermo que no puede controlar su voracidad, su apetito, es un monstruo que, por encima de cualquier otra consideración, acumula capital, sudor, sangre, esfuerzo ajeno en forma de dinero. Para conseguir saciar su vicio necesita una acentuada conducta de egoísmo, el individualismo es su divisa.

A nada teme más este monstruo que a perder su capacidad de engullir, mermar su glotonería. Contra esa posibilidad enfila sus mejores armas, a veces puede ser sutil disfrazándose de hermanita de la caridad, pero siempre está en el fondo la crueldad, que aflora cuando ve en peligro su enfermiza manera de vivir.

Ya tenemos una aproximación a la comprensión del enemigo, ahora conozcámonos un poco a nosotros mismos: la Revolución es la hazaña más excelsa que se puede plantear la humanidad, es un verdadero milagro que busca cambiar un mundo hegemonizado por el egoísmo capitalista, por un mundo de relaciones amorosas. Ya eso es difícil, pero además ese cambio debe ser realizado por los hombres formados en el capitalismo, en lo viejo. Es decir, los hombres que padecen la enfermedad del capitalismo deben derrotarlo derrotándose a sí mismos.

Entonces la Revolución tiene la iniciativa cuando sus acciones establecen, fortalecen y defienden las relaciones amorosas fraternas. La iniciativa se pierde cuando las acciones fortalecen las relaciones egoístas.

De allí que la cohabitación con el capitalismo no debe significar su beneficio, menos aún su crecimiento, cuando se fortalece también lo hacen las relaciones egoístas y la Revolución se debilita. Las relaciones con el capitalismo deben mantenerse en el mínimo exigido por las circunstancias, nunca cometer la ingenuidad de confundir cohabitación forzada con colaboración. El capitalismo jamás será amigo, menos construirá Socialismo, el capitalismo no se suicida.

¡Con Chávez más resteaos que nunca!

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